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sábado, 7 de septiembre de 2013

ANIMALES DE TIRO O YUNTA ¿ EN PELIGRO DE EXTINCIÓN?



Resumen
Animales de tiro, yunta o carga, es la expresión con que se designa a los animales domésticos y semidomésticos utilizados para la tracción animal agrícola y diversos transportes. Esa actividad se logra mediante el arrastre o tirón de distintos tipos de carruajes, aperos agrícolas como el arado, molinos y norias, entre otros. Los animales de tiro se vienen utilizando desde hace milenios de años y tras la revolución neolítica, durante la edad de los metales, la implementación de la rueda impulsó su mayor utilización. Desafortunadamente tienen un grave  "problema de imagen" y su permanencia está en riesgo, pues durante los últimos cincuenta años se han venido promoviendo relucientes tractores modernos en vez de bueyes robustos y asnos resistentes.
 Esta imagen ha sido tomada exclusivamente para enseñanza. No tiene fines de lucro ni dolo alguno. http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Pfluegender_Elefant_von_Hans_Buch.JPG



Introducción

Al principio de la agricultura el hombre se limitaba a hacer sólo algunos pequeños hoyos o aberturas en el suelo, utilizando puntiagudos y afilados palos en forma de cuña o punzón, para después depositar allí las semillas que deseaba reproducir como alimento. Fue así como la coa, el cayado o báculo, le sirvieron para el desempeño de diversas actividades agropecuarias; además como armas de guerra y defensa personal. Esto lo practicó hasta la introducción del primer arado, el apero más importante en la historia de la civilización sedentaria. Su origen proviene de una extraña combinación de las azadas primitivas, la pala y el pico. Está considerado como la innovación más revolucionaria para la agricultura. Quien haya inventado este instrumento tuvo el ingenio suficiente para mejorar la calidad de vida, aunque ya en el libro perdido de Enki (en la octava tablilla) se menciona que “Ninurta hizo para Ka-in un arado con madera de los árboles, para que con él labrara la tierra”. Esto da una vaga idea de su arcaica antigüedad y también de una posible intervención divina.

El arado es prácticamente una herramienta de hierro que consta de una esteva[1] (para guiar) y una reja (de hierro) que es la que rompe y remueve el suelo antes de sembrar las semillas. También existen arados fabricados con maderas duras como el roble y el palo fierro, entre otras especies. Posiblemente surgió en Mesopotamia, aunque en Egipto ya se utilizaban arados.

Tirar o arrastrar el arado no constituía una tarea fácil para el hombre, quien en un principio literalmente jalaba o empujaba este instrumento, por lo que le fue necesario ayudarse de las bestias más fuertes y resistentes del campo. Así los primeros agricultores experimentaron la utilización de bueyes, búfalos, caballos, llamas, elefantes, mulas, burros, avestruces, renos, alces, yaks, camellos y hasta perros, para poder labrar y sembrar las tierras, quitar la maleza, transportar diversos productos (leña, agua, granos, forrajes, etc.) y hasta excavar la tierra. Muchos de éstos animales todavía se siguen empleando en diversas partes del mundo. Los elefantes, por ejemplo, se han utilizado para efectuar las tareas más pesadas, como desbrozar o arrastrar troncos a través de la selva y construir puentes, etc... Por su parte los perros tienen una utilización más versátil en el contexto agrícola productivo, sobre todo en los entornos rurales (caza, pastoreo, etc.), además de ser animales de tiro (ejemplo: los esquimales), son preferentemente usados de compañía. Ciertos vestigios de trapiches, pozos y norias de agua, movidos por bueyes y asnos, son otra evidencia del uso de estos animales de yunta.

El arado es sujetado por un yugo consistente en una barra de madera o armazón que se coloca sobre el cuello de dos animales de tiro, para que arrastren un apero de labranza, una carreta o carruaje. Para este último caso, pueden sujetarse mediante dos tiras que rodean el cuello del animal. Pero algunos yugos, en vez de tener tiras, están atravesados por estacas que bajan por ambos lados del cuello de los animales y se atan con correas en torno a su garganta. En Jalisco, México, aún existen las llamadas “calandrias”, lujosas carretas de transporte que nos remembran a la época colonial. Y en las grandes urbes del país, es posible ver algunas carretas guiadas por asnos o caballos que se dedican a recoger la basura doméstica.

En ocasiones los yugos se sujetan a la base de los cuernos del animal, y sí se considera muy necesario se colocan narigueras en la nariz de las bestias con la finalidad de gobernarlas más fácilmente. Sin embargo, desde tiempos tan remotos como el antiguo Egipto, Mesopotamia e Israel, se prohibía poner a trabajar o labrar la tierra a un buey con un asno. Esto constituía un yugo desigual, ya que el buey es un animal limpio, pero ante todo más fuerte que el asno y sus maneras de caminar son diferentes. En consecuencia había que emparejar animales de la misma especie y bajo la misma talla o robustez, a efecto de igualar las cargas de trabajo. También era obligatorio proporcionar el debido descanso y alimentación a los animales después de una larga jornada. Extenuar la fortaleza de estas bestias de carga significaba retraso en las labores subsecuentes, constituía una violación a las leyes o normas que protegían el trato de los animales.

Y aunque la agricultura se ha venido modernizando, la utilización de animales de tiro, según la FAO (2000), persiste e incluso aumenta en todo el mundo. No obstante, dichos animales tienen un grave  "problema de imagen" y están en peligro de extinguirse del sector agrícola, ya que durante los últimos cincuenta años, los libros de agricultura y diversos medios masivos de comunicación, a juzgar por una ligera revisión realizada, han venido promoviendo los relucientes tractores modernos en vez de  bueyes robustos y asnos resistentes. El resultado es que la mayoría de los profesionales de la extensión y divulgación agropecuaria, investigadores y encargados de la toma de decisiones, nunca han estudiado a lujo de detalle la tracción animal versus la orografía de un país como el nuestro (México). La consideran como una tecnología vieja e inherentemente pobre, algo que ya pasó de moda. Creen y sostienen que, para elevar la productividad y alcanzar la rentabilidad es necesario incorporar al campo las tecnologías más modernas, consistentes a menudo tractores ya computarizados y diversos aperos. Lo cierto es que, cuando ponemos los pies en la tierra, vemos con gran desilusión muchos de estos artefactos en proceso de oxidación y al completo abandono. 

Entre los beneficios de los animales de tiro están aquellos que no exigen divisas, ni aguinaldo, ni días festivos. Permiten que el dinero circule en las zonas rurales, mejorando así la economía familiar. Facilitan la comercialización de los productos y estimulan el comercio local. Proporcionan un importante transporte local entre las fincas y las carreteras. Lo más importante aún es que no hacen manifestaciones ni bloquean las carreteras, excepto que, por allí hay una interesante novela literaria de George Orwel, publicada en 1945, sobre “La Rebelión de la Granja”, que recomiendo examinar.

Realmente la tracción animal es sustentable, sostenible y no perjudica en absoluto al medio ambiente, como lo han venido haciendo las innovaciones tecnológicas más modernas promovidas a partir de la revolución verde. Son una fuente de energía renovable que se puede mantener con muy pocos insumos externos, generalmente a base de forrajes y agua. Estas bestias de tiro no sólo producen abono, sino que transportan el estiércol de otros animales al campo, lo que beneficia la fertilidad y la estructura de los suelos.

Debemos recuperar la dignidad y los cuidados que se merecen estos animales. Esto involucra atender muy bien los aspectos relacionados con su alimentación, salud física y emocional. No es agradable votar o arrojar el manojo de pastura al suelo para que el animal lo recoja con el hocico, justificándonos que así lo hacen todos los granjeros en la comunidad. Tampoco debemos conformarnos con sólo llevar a las bestias a un charco lodoso y mal oliente para que tomen allí su agua. Es imprescindible que les construyamos comederos y bebederos limpios; que tengan un pesebre o cobertizo donde protegerse del sereno e inclemencias del tiempo. En materia de nutrición animal, hay que procurar incorporar en sus alimentos ciertos minerales y vitaminas esenciales. El tequesquite y la sal de mar, son algunas sustancias que pudieran contribuir al aporte de ciertos elementos, aunque sería más recomendable consultar a su médico veterinario para una correcta precisión. Tampoco olvide que los cascos o pezuñas de los animales constituyen los zapatos o llantas para su trabajo, por lo que cualquier desgaste y daño físico requerirá inmediata atención médica y de un herrero. Finalmente, hay que darse un espacio de tiempo para jugar y acariciar a estos animales. No ponga reparos en pasearlos y bañarlos. Ellos se merecen un trato digno para ser felices. Son y seguirán siendo una parte inventariada de nuestra familia. El trato que les demos será directamente proporcional a lo que somos como ciudadanos. 

Conclusión

Finalizo, por ahora, esta breve nota diciendo que, como sociedad y gobierno, hemos equivocado el sentido correcto del desarrollo y crecimiento del sector primario de nuestro país, y consecuentemente el de la maquina generadora de los alimentos que sustentan la vida de millones de habitantes: el suelo. Apostar miles de tractores y cientos de toneladas de agroquímicos al campo, como una estrategia para elevar la rentabilidad y competitividad, no constituye la solución más apropiada en términos de salud ambiental y calidad de vida. Tampoco representa el baluarte más conveniente ante la Cruzada Mundial contra el Hambre, que hemos implementado. Más bien, necesitamos una verdadera reingeniería de campo, acorde a las condiciones orográficas y edafoclimáticas de cada región, que vincule las fortalezas y debilidades del agricultor o campesino con las innovaciones tecnológicas más eficaces y eficientes, aunque no necesariamente las de mayor modernidad. En este tenor no debemos olvidar nunca que, los animales de tracción, esas llamadas “bestias de trabajo”, prevalecerán con nosotros mientras perdure la agricultura.  En tales circunstancias, se hace necesario implementar con urgencia programas de rescate y conservación sobre este valioso recurso animal.

Con mis atentos saludos,


[1] El diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe, define esteva como pieza curva y trasera del arado, sobre la cual lleva la mano el que ara para dirigir la reja y apretarla contra la tierra.


Lecturas sugeridas: J.C. Chirgwin, P. de Roover, J.T. Dijkman, 2000. El burro como animal de trabajo. Manual de capacitación. FAO. Roma, Italia, 135 pp; FAO, 2000. Los animales de tiro ganan terreno. En: http://www.fao.org/ag/esp/revista/0009sp1.htm

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