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sábado, 20 de febrero de 2021

¿Y SI UN TROZO DE MADERA DESCUBRE QUE ES UN VIOLÍN?

Imagen parcial de "El Bosque de los Violines". Tomada y adaptada con fines meramente de enseñanza en: intrinsecoyespectorante.blogspot.com

¿Cómo reaccionarias si supieras puedes crear la pieza o partitura de el “violín de tu vida”? ¿Si descubrieras que no hay límites para obtener aquello que siempre has soñado? ¿Que el histórico “Bosque del Violín” es real y que aún conserva ejemplares fenotípicamente sobresalientes? ¿Qué “la felicidad es un arte que se debe practicar, igual que el violín” (John Lubbock)? Y… ¿cómo saber qué árbol es el adecuado para fabricar un violín de primera calidad como un Stradivarius?

Para empezar, la frase de este título "¿Y si un trozo de madera descubre que es un violin?"corresponde a Arthur Rimbaud, Poeta Francés 1854-1891. Por otra parte, para entonar, nunca olvidemos que el violín es la herramienta de trabajo del músico y que cada músico le exige cosas diferentes a su instrumento. Que la madera, en términos de especie, calidad y tratamiento, podría ser la causa del extraordinario sonido de los violines Stradivarius. Que para el violín no hay hora, porque empiezas por la mañana y terminas por la noche, así sucede todos los días.

El violín es un instrumento enigmático de cuerda, sorprendente y provisto de un encanto natural, capaz de reproducir algunas de las melodías más hermosas y refinadas del mundo. Suele despertar una pasión intensa, muy profunda. En ocasiones llega a ser tan desbordante que nos trasmite las emociones del violinista. Un violín llega a conocer como nadie el alma de quien lo toca, porque comparte con él los momentos buenos y malos de su vida.

Se trata fundamentalmente de un cuerpo hueco de 70 a 90 piezas de distintas maderas y pesa no más de 280 gramos. De acuerdo con el luthier de Béjar, Eduardo Francés Bruno, sobresaliente constructor y restaurador de instrumentos de cuerda, las maderas empleadas son: abeto (Picea abies o Picea excelsa) para la tapa, la barra armónica y el alma; Arce europeo (Acer pseudoplatanus), para el fondo, aros, mango y puente; ébano para el diapasón y las cejillas. Los contra-aros y los taquillos pueden hacerse de abeto, álamo, sauce o cualquier otra madera que se ligera. Las clavijas y cordal pueden hacerse de ébano, palosanto o boj. Antonio Stradivari, el más famoso luthier de la historia, nacido en la ciudad de Cremona, Italia, descubrió que la mejor madera para sus instrumentos musicales procedía del “Bosque de los Violines”, ubicado en el Parque Nacional de Paneveggio, al Norte de Italia. Los árboles de este extenso bosque de abetos rojos todavía se rebuscan para fabricar violines, violonchelos, contrabajos y pianos de gran talla mundial.

Hay que destacar que, no cualquier árbol sirve para fabricar un violín. La edad, el clima, la fase de la luna, etcétera, contribuyen a crear o diseñar notas más cálidas y completas. Inclusive, ciertas consideraciones sobre cómo ha de ser cortada la madera y tratada deben tomarse en cuenta. Un abeto debe tener, por lo menos, unos 150 años de edad para ser cortado y poder construir un buen violín. Los árboles más propicios se localizan en las zonas más abrigadas de media montaña y no debe haber exceso de agua. El corazón del árbol (médula) debe mantenerse seco. Eso hace que sea mejor madera, sólida y con una enorme resonancia. A la hora de elegir, por ejemplo, es preferible la parte del árbol que ha estado orientada hacia el Sur. También es aconsejable que no sean partes demasiado cercanas a la raíz ni a la copa, ni muy cerca del duramen del tronco. El árbol ha de ser talado durante la fase de luna menguante de invierno o a finales del otoño, momento en el que el árbol está inactivo porque la savia está concentrada en las raíces. En este momento, el árbol está lo más seco posible, la madera pesa menos y hay menos probabilidades de que se apolille o carcoma.

Una vez cortado, se mide la densidad, la capacidad de vibración y de transmisión del sonido, identificando así las extraordinarias cualidades estéticas y físico-acústicas la madera. Las trozas han de secarse de manera totalmente natural, al aire, protegidas del sol y del agua y durante un periodo mínimo de 5-6 años. Si no se respeta este tiempo mínimo, se corre el riesgo de que el instrumento sufra deformaciones debidas al llamado “trabajo de la madera”.

Es tanta la sabiduría y destreza que posee un maestro luthier que, con tan solo con pasar la uña de su pulgar por encima de los anillos de un trozo de madera sabe que ésta será un gran violín, que es así como deberá ser. El objetivo de todo este arduo trabajo es conseguir la perfección, y la atención en los detalles permite eso. Para acabar un violín se emplean alrededor de 200 horas/hombre, que equivalen a unos dos meses en promedio.

Mucho se ha dicho de las extraordinarias cualidades de los violones Stradivarius, tales como el secado, el envejecimiento de la madera, el barniz con fórmulas secretas, etcétera, aunque recientes estudios científicos han demostrado que la época en que vivió Stradivari coincidió con el “mínimo de Maunder”, el periodo entre 1645 a 1745, que fue, al parecer, extraordinariamente frío. En esta época, tanto en Europa como en América del Norte, los inviernos fueron crudos y muy fríos. Según parece, esto modificó la densidad de la madera, puesto que los anillos de crecimiento se desarrollaron más lentamente, dando origen a una madera más densa y rígida, que es la que usó el célebre constructor para sus instrumentos de renombre.

Cabe señalar que, que, así como las huellas dactilares, jamás existirán dos instrumentos que toquen de la misma forma porque no hay trozos de madera iguales, además de que cada luthier desarrolla su propia metodología y le impregna su “toque” muy especial al trabajar. Cada violín es único y excepcional; cada luthier es un operador de almas incomparable. Y, tal parece que el mundo de los de violines está dominado por dos nombres de popularidad: Antonio Stradivari y Giuseppe Guarneri, maestros luthieres que vivieron a finales del siglo XVII y principios del XVIII en la ciudad de Cremona, Italia, famosa por su reputación como el lugar donde se elaboraban los mejores instrumentos de cuerdas del mundo. Aunque se considera que fue Andrea Amati quien inició la edad de oro de este instrumento, a mediados del siglo XVI, otros creen que el primer luthier que fabricó un violín pudo ser Giovan Giacobo Dalla Corna o Peregrino Zanetto de Montichiaro.

A manera de reflexión para la vida:

Resulta común y fácil culpar a otros, principalmente a nuestra familia o pareja, por nuestra situación actual, por lo que hemos logrado y en lo que nos hemos convertido. Pero realmente somos nosotros los que tenemos el control total de las piezas o partituras de nuestra vida. Cada persona define su destino, controla lo que piensa, lo que siente y todo lo que atrae para sí. Cada quien toca al son que más le place, y con la maestría que el Universo le ha bendecido.

Los violines se clasifican de acuerdo con su tamaño: el 4/4, cuya longitud suele ser de 14 pulgadas o 35,5 cm y su ancho máximo de 20 cm, y un alto de 4,5 cm, es el más grande y utilizado por los adultos; le siguen los violines de tamaño menor, destinados a jóvenes y niños, denominados 3/4, 2/4 y 1/4. Existe también un violín de tamaño 7/8, llamado también "Lady", que es utilizado por algunas mujeres o por varones adultos de manos pequeñas. El tamaño del violín va de acuerdo al tamaño (longitud) de la mano. Así que, aplicando esto metafóricamente, cada persona es artífice de su vida con base en las características genéticas y talentos que ha recibido.

Tal como el alma del violín, de forma cilíndrica y madera de abeto, que debe encajar perfectamente entre la tapa y el fondo del instrumento sin colas, para lograr una perfecta sonoridad, así también debe ser nuestra vida, ésta debe armonizar el alma con la mente. De eso depende nuestra felicidad y el despertar de nuestra consciencia.

Por otra parte, debemos ser como la bóveda arquitectónica del violín, que soporta la presión. Sus cuatro cuerdas presionando ejercen de 10 a 12 kilos de presión constante sobre la tapa, y la tensión de los extremos es de unos 25 kilos. Así también ocurre en nuestra vida, diariamente estamos sometidos a presión y solo la fe y la resiliencia armoniosa nos hacen firmes.

Finalmente, el mango del violín es la pieza que juega una gran importancia al momento de interpretar el instrumento. Es en esta sección donde el violinista realiza los desplazamientos de la mano para digitalizar las notas requeridas. Así también nosotros, debemos “tomar el Violín de Nuestra Vida por el mango”, darle un mayor sentido y resonancia a nuestro propósito de vida, ser más creativos y emprendedores.

Y nunca olvidarnos que... “hay maderas que no agarran el barniz”.

Con mis atentos saludos

Joaquín Becerra-Zavaleta

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Lecturas complementarias sugeridas:

Violín. Publicado por Paloma Valeva (2021), en: https://palomavaleva.com/es/violin/

Las maderas de un violín. Publicado por Jesús Fernández (2015), en: https://www.deviolines.com/las-maderas-de-un-violin/

El luthier, un operador de almas. Publicado por Laia Banús (2010), en:  https://www.interempresas.net/Madera/Articulos/41748-El-luthier-un-operador-de-almas.html