SIGNIFICADO DE VADEMÉCUM






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viernes, 2 de agosto de 2013

¿Personas Infelices en la Vida?



Tres clases de personas son infelices: el que no sabe y no pregunta, el que sabe y no enseña y el que enseña y no actúa"                                                   
Beda, el Venerable[1]
 


Analicemos al primer conjunto de personas: “el que no sabe y no pregunta”.

Un ejemplo podríamos relacionarlo con el desconocimiento de las leyes ambientales o fiscales, las cuales no nos exoneran de cumplirlas debido a simple ignorancia, ya que el Estado en su facultad de imponer leyes, debe para su cumplimiento publicar la ley, esto es, hacerla del conocimiento público. Por lo tanto se considera que, el que una persona infrinja la ley argumentando desconocimiento de la misma, no es ignorancia sino mera negligencia de su parte. La “Ignorantia legis no excusat”, es una norma que ya venía en el Código Romano y se usaba para aplicar la ley a personas que cometieran delitos dentro del imperio, pero que trataran de eximir el cumplimiento de la pena en base a su ignorancia de las leyes (probada o no). 

Sería mejor pecar de ignorante y tener la suficiente humildad y el valor para preguntar antes de actuar. ¿Cualesquier situación de la vida precisa la observancia de leyes y normas?

Ahora veamos el segundo conjunto de personas: “el que sabe y no enseña”.

Esto por lo general obedece a un fuerte egocentrismo de poder, ya que para muchos tener la información es tener el poder. En materia familiar, por ejemplo, muchos miembros ostentan una vasta experiencia y hasta títulos académicos de posgrados prestigiados, pero sorprendentemente están poco interesados en enseñar u orientar a los menos preparados de su casa. Lo más desalentador, para muchas de estas personas que sí saben, es que el enseñar o compartir conocimientos básicos sin cobrar por ello es visto como mera estupidez. Se han olvidado de la generosidad y de que el Estado y los impuestos de muchos conciudadanos sirvieron de baluarte para su formación. Sin embargo, también es posible que hayan olvidado el verdadero arte o ciencia de enseñar, de tal suerte que les resulta más fácil enseñar a desconocidos que a miembros de la propia casa/familia. 

Si de veras anhelamos corregir el rumbo de un país y sus habitantes, será necesario enseñar, enseñar, enseñar, a cuantas personas estén a nuestro alcance, haciéndolo de buena gana y con la plena convicción de lograr cambios.

Finalmente está el conjunto de personas: “el enseña y no actúa”

Resulta muy saludable ser congruente con lo que se pregona, ya que aquel que sabe lo que es correcto y no lo hace se convierte en desdichado. Como un ejemplo muy trillado están todos aquellos que nos enseñan civismo, normas ambientales, de vialidad, y hasta el uso apropiado del lenguaje, pero con frecuencia los encontramos haciendo precisamente todo lo contrario. Es tal como aquel hombre calvo que llama a nuestra puerta ofreciéndonos un producto para combatir la calvicie. ¡Qué ironía pretender cambiar las cosas mediante simples palabras carentes de acción!

Si queremos que nuestras enseñanzas surtan efecto en los demás, tenemos que dar el tostón junto con el ejemplo, según un refrán popular mexicano. Además que quien hace lo correcto anda siempre con la frente en alto y duerme plausiblemente.

Estos tres escenarios deberían motivarnos a definir qué clase de persona queremos ser realmente y hacer los cambios significativos.

Con mis atentos saludos,
 

[1] San Beda, también conocido como Beda el Venerable, fue Historiador y Doctor de la Iglesia, un monje benedictino en el monasterio de Saint Peter en Wearmouth, y de su monasterio adjunto, Saint Paul, actualmente Jarrow, Reino Unido (nacido en 672 ó 673, muerto en 735).

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