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domingo, 26 de mayo de 2013

DOS ACTITUDES DE VIDA: CONSTRUIR O PLANTAR

Cada persona, en su existencia, puede tener dos actitudes: construir o plantar. 


Los constructores un día terminan aquello que estaban haciendo y entonces les invade el tedio. 


Los que plantan a veces sufren con las tempestades y las estaciones, pero el jardín jamás, jamás, para de crecer.


Paulo Coelho


Los seres humanos anhelan con vehemencia construir o edificar una vivienda, sea modesta o extravagante. ¡Allí está puesto el corazón y esfuerzo por varios años! Esto no es necesariamente incorrecto, pues construir permite ver, algún día, la obra terminada. Pero ante todo da más seguridad en la vida y hasta un sentido de estatus social, ya que por fin se puede ser "dueño" de algo. Otros sin embargo se quedan en la “obra negra” y nunca terminan debido a la falta de recursos económicos y también por carecer de la tenacidad necesaria. Su vida pareciera estar fragmentada y un tanto desordenada, ya que “sacar en limpio la obra” es asunto de orden y disciplina, de mayor esfuerzo y sacrificio; también es un indicador de la salud física y emocional que se tiene por el momento.

Edificación con bambú en Guayaquil, Ecuador, actitud de gran sabiduría hecha realidad.

Algunos constructores pueden demorar años en sus tareas, pero algún día terminan aquello que estaban haciendo. Entonces se detienen, al igual que los primeros, porque ya no hay más que agregarle o hacerle a la obra. Es aquí cuando quedan limitados y consumidos por sus propias paredes, por la consumación de su obra. La vida de ellos finalmente pierde sentido porque la construcción se ha terminado. Tal pereciera que no hay más aspiraciones, excepto disfrutar un poco lo alcanzado con tanto esfuerzo y sacrificio, a sabiendas que nada podrán llevarse cuando finalice su ciclo vital temporal en  los andares de la vida.


La otra decisión que, desde mi punto de vista, resulta más sabia es plantar, tal como lo refiere Paulo Coelho. En este contexto son principalmente las amas de casa, todas aquellas mujeres aferradas al hogar, quienes exhiben mayor interés por tener plantas en sus viviendas, sean éstas ornamentales, de valor alimenticio, condimentario y hasta de uso medicinal o religioso. También existen varios hombres con vasta experiencia en la agricultura y jardinería. Es en este caso cuando cada ciclo o temporada de siembra y cosecha se constituye en una nueva experiencia, ya que cada combinación de suelo y semilla es maravillosamente única. Los resultados y el proceso difícilmente llegan a ser los mismos para una siguiente temporada de cultivo, muy a pesar de emplearse la misma especie o cimiente. Cada cultivo recibe el sol, la luna y las lluvias de distinta manera y bajo dinámicas astronómicas divergentes, por eso esta obra resulta más enriquecedora. Nuca se desvanece ni termina.

Cosecha de maíz en Chiapas, México, actitud interminable de experiencias y sabiduría. 

Pero los cultivadores sufren a menudo por las inclemencias estacionales, con las plagas y enfermedades, a veces con pérdidas totales o parciales. Los jornales de trabajo son extenuantes, van de sol a sol y de domingo a domingo. Esto no les desalienta, porque al contrario de un edificio, el jardín o el huerto jamás dejan de crecer y producir. Al mismo tiempo que exige toda la atención del cultivador, sea jardinero u hortelano, también permite que la vida sea más dinámica, polifacética y represente una aventura llena de nuevas experiencias y desafíos. Por otra parte los cultivadores se conocen entre sí y llegan a intercambiarse los productos de su arduo trabajo, con tanta satisfacción y pasión. Ante todo perfeccionan el contexto de que en cada planta está el patrimonio natural de un país, el crecimiento de la madre tierra, y la permanencia de nuestra vida como especie. También profundizan su paz y sosiego, pues la salud de un huerto o jardín, al igual que la edificación, es el vivo reflejo de cómo están sus dueños u operadores. 

Por otra parte, si de cultivar personas se trata, los padres y los maestros se perfilan en esta trayectoria. Lo hacen con amor y dedicación, con gran sentido de responsabilidad y ética. Aunque nunca cosecharán los frutos que ayudan a crecer y desarrollar, allí está una gran parte de la inversión de su vida. Algunas veces gozosos, pero otras llenos de desconsuelo y terrible dolor. Los resultados de este cultivar siempre serán inciertos, a pesar de los tantos valores y disciplinas que se ostente cimentar en los descendientes o alumnos. Es tan semejante como aquel arquero que va a disparar y no está seguro de si el proyectil dará justamente en el blanco. Hay de por medio varias atenuantes, las del medio físico, la calidad de los instrumentos y la seguridad en sí mismo. Es como este caso cuando los padres hacen gala de sus mejores armas para la siembra, crecimiento y desarrollo de sus hijos, pero con resultados inimaginados y con frecuencia a fondo perdido. ¡Esa es la realidad! 

Hemos sido educados bajo el concepto de los bienes materiales y de quién tiene más poder. Por eso nuestra aferrada dependencia es a tener casas, terrenos o parcelas, autos, joyas, cuentas bancarias y todos los grados académicos que nos proporciones fama y un reconocimiento especial en la sociedad. ¡Cómo nos cuesta trabajo ser auténticos y entender que muchas cosas pueden crecer en libertad! Sin prejuicio y sin dolo por la ganancia injusta, pero sí con toda dignidad y con la frente muy en alto. Sin la desconcertante moda de establecer jerarquías y clases sociales. En consecuencia, hay toda una gama de oportunidades para reorientar la vida, para ser menos complicados y sí más felices consigo mismos. Trate de ver todas las oportunidades y saltar tras ellas. ¡No sólo lo intente! ¡Hágalo! Después de todo, somos constructores de nuestro destino, algunos a medias, otros con una mayor perfección, pero la mayoría apenas iniciando esta gran obra de la vida: construir o plantar. Ese es el reto. 

Con mis atentos saludos,

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