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miércoles, 2 de junio de 2021

ACUERDOS ENTRE SU CORAZÓN Y CEREBRO: ¿QUIÉN MODULA A QUIÉN?

 


Creemos que somos un solo individuo, pero en realidad somos una comunidad de unos 50 trillones de células y esos 50 trillones de células tienen un nombre e identidad. A cada día y en cada instante esta comunidad demanda tomar decisiones sobre nuestra salud, sincronizando el corazón con el cerebro, algo que se denomina “coherencia”. Veremos que, por regla general, el corazón ya tiene la respuesta y a veces es tan simple como cambiar la perspectiva sobre lo que creemos y percibimos. Por eso Buda dijo que: “todo hombre y mujer es el arquitecto de su propia sanación y de su propio destino”.

Curiosamente, en la tradición occidental se dice comúnmente que “cuando nacemos empezamos a morir” y esta idea está muy arraigada en el modelo médico actual. No obstante, las tradiciones espirituales más antiguas que conocemos nos dicen que, “desde que nacemos empezamos a sanar”; esto es debido a que cada órgano tiene la facultad de sanarse por sí mismo dadas las condiciones adecuadas, órganos que se pensaba era imposible como: tejido de médula espinal, tejido cardiaco, tejido pancreático y tejido prostático.

¿Cuál es el entorno que optimiza la capacidad de regular el preciado “regalo de la vida” en nuestros cuerpos? Ciertamente es el entorno físico, las condiciones medio ambientales que abarcan el aire fresco, el sol, el agua limpia y el suelo, como una parte muy poderosa, pero incluye también la calidad de nuestros alimentos y algunos suplementos y productos herbales que nuestros antiguos ya usaban para sanar. Lamentablemente, una grave “epidemia ambiental” continúa galopando por nuestro mundo de una forma como nunca la habíamos visto, esto es porque somos una civilización globalizada y algunas de las toxinas medio ambientales que solían ser locales ahora son globales. Ahí está la pandemia más reciente del Covid-19, un virus que arrasó con millones de vidas humanas en tan solo un año.

Pero nuestros ancestros, hace miles de años, sabían que el aire fresco y el agua limpia eran medicinales. Si alguien, por ejemplo, estaba enfermo lo sacaban afuera y le decían que respirara este aire fresco, que caminara descalzo por ese suelo y bebiera de esa agua limpia y milagrosamente sanaba. Algunas veces, este proceso se acompañaba de un exquisito caldo de verduras locales o de gallina, té de hierbas muy selectas y hasta cataplasmas. ¡Y ahora sabemos por qué funcionaba todo ello! Porque eso va más allá, es el entorno interior de la persona lo que realmente induce a su sanación, son los pensamientos, sentimientos, emociones y creencias. Sabemos que éstos pueden ser tanto sanadores como tóxicos, incluso hasta crearnos una auto enfermedad. Y esta es una forma relativamente nueva de pensar, porque la calidad de las emociones que creamos en nuestro corazón determinan la señal que se enviará al cerebro para liberar químicos en nuestro cuerpo y desencadenar el mecanismo de sanación.

Esos dos órganos separados, corazón y cerebro, tienen una red neuronal común, un avanzado sistema nervioso que podemos regular, a voluntad propia, mediante las decisiones que tomamos día a día sobre lo que pensamos, lo que sentimos, lo que creemos y específicamente las emociones que la vida nos presenta y como elegimos responder a ellas. Así que, cuando aprendemos a responder al dolor de formas nuevas, novedosas y saludables, literalmente estamos cambiando la química del dolor en nuestro cuerpo. Aquí también es donde tenemos las experiencias de intuición, precognición, y efectos curativos tales como que se activen las hormonas antienvejecimiento en nuestros cuerpos y de respuestas inmunes tremendamente poderosas. Todo surge de nuestra habilidad para regular esta conexión entre el corazón y cerebro. Este es uno de los aspectos olvidados sobre lo que nuestros ancestros fueron muy claros en sus tradiciones y es ahora cuando la ciencia se está poniendo al día con esta sabiduría.

Probablemente no debería sorprendernos que el corazón juegue un rol tan poderoso en nuestras vidas, porque es el primer órgano en formarse en nuestro cuerpo cuando estamos en nuestro vientre materno. Antes de se forme ningún otro órgano, el corazón lo hace primero. Y uno de los grandes misterios en el modelo de salud occidental es que origina el primer latido que, ocurre cuando en un instante donde solo existía una masa e células y tejidos sin emociones, al momento siguiente, una chispa que origina la vida se convierte en nuestro primer latido. ¿Qué acurre aquí? La ciencia aún tiene que responder a esa pregunta, no lo saben con seguridad. Pero este es uno de los puntos para el que nuestros ancestros tenían una respuesta que la ciencia simplemente no puede apoyar hoy en día. Lo que nos contaron nuestros ancestros es que durante el primer latido es el momento en que el alma entra en el cuerpo, el momento en que contactamos con algo bueno, algo más grande que nosotros.

El hecho es que ocurre algo con ese primer latido que nos vuelve hábiles y capaces como seres humanos, más que ninguna otra criatura, de expresarnos. Esto es lo que nos da el poder para sanar. Como se ha dicho antes, suele decirse que “empezamos a morir en el momento en que nacemos” y lo que la ciencia nos muestra claramente ahora es que, “empezamos a sanar en el momento en que nacemos”. Y la razón es que ahora sabemos, sin ninguna duda, que todo órgano en el cuerpo humano tiene la capacidad de sanar, de curar el daño y regenerar el tejido después de sufrir un daño. Podemos regenerarlo y curar, inclusive los órganos que nos dijeron que era imposible que se sanasen como el cerebro, el corazón, el páncreas y medula espinal. Todo esto ha sido documentado científicamente, todos esos órganos tienen la capacidad de repararse y sanarse a sí mismos, dadas las condiciones correctas en el entorno adecuado.

Cada momento y cada día nuestro cerebro y corazón tienen una conversación. Es una conversación bidireccional. Nuestro corazón tiene una extensa conversación con el cerebro y el cerebro se comunica de vuelta con el corazón, pero no tan extensamente. Es una serie de pequeñas señales que parece que regresan al corazón, pero existe esa conversación bidireccional y regulamos la calidad de esa conversación mediante las emociones que alberguemos en nuestros corazones. Hoy, desde la racionalidad de una ciencia más “cuántica” y menos “newtoniana”, sabemos que el corazón envía más señales al cerebro de las que recibe de éste y pese a ser minoría las poco más de 40,000 neuronas que codifican esta conversación, son las que mandan, no desde la imposición, sino desde el convencimiento. Éstas tienen memoria, aprenden, recuerdan y perciben. También sabemos que el corazón se caracteriza por tener una comunicación electromagnética muy potente, de hecho, es 5,000 veces superior al propio cerebro. Este campo electromagnético llega hasta cuatro metros fuera de nuestro cuerpo. Eso explica que, a veces, sincronizamos nuestro corazón con el de otra persona cuando estamos dentro de esta zona física de influencia: el bebé y la madre, dos personas que se quieran más desde la ternura que desde la pasión, etc.

Así que, cuando sentimos que no estamos seguros en el mundo, cuando sentimos odio, miedo, enfado, envidia, ira, ansiedad, ese tipo de sentimientos, el corazón envía unas señales especificas al cerebro y basándose en esas señales el cerebro libera los químicos en el cuerpo que la reflejan. En el caso del enfado, odio, ira y frustración, que tanto suben los niveles de estrés en nuestros cuerpos, como todos sabemos niveles altos de cortisol y adrenalina que son muy buenos por periodos breves de tiempo, lo que llamamos Defensa-Huida.

Cuando tenemos que tomar una decisión, ya sea salir corriendo como un loco o bien quedarse y plantar cara, estamos diseñados para hacerlo. Para lo que no estamos diseñados es para vivir en constante situación de “Defensa-Huida”. ¡Sí durante algunos minutos, pero no querrás vivir así cada día, hora semana y mes! Aunque hay mucha gente que lo hace y su aspecto lo demuestra. Llevan marcas del dolor y el estrés en sus cuerpos. Sus sistemas inmunes son débiles cuando sufren de este tipo de estrés. Las hormonas antienvejecimiento dejan de funcionar porque toda la energía del cuerpo se dirige al defenderse o huir. Y no es que sea malo tener esas experiencias, pero se vuelve un problema cuando hay mucho estrés acumulado y sin resolver.

El estrés en sí mismo es una señal y lo que hace es darnos una alerta para decirnos que algo en el entorno no está bien, que necesita nuestra atención y ver si podemos detectar esa señal. Así que preguntémonos: ¿Qué es lo que hay en mi entorno que necesito abordar? ¿A qué le tengo que prestar atención? ¿Qué necesito cambiar? etc. Entonces tomar una decisión para avanzar desde ese punto. Esto es una manera muy sana de abordar el estrés. Porque cuando anestesiamos el estrés con medicamentos, alcohol, adicciones químicas o digitales, es cuando se origina un nuevo problema que, más tarde los científicos y médicos deberán atender.

Cuando retomamos estos re-descubrimientos cambia la forma en la que percibimos y guiamos nuestras vidas. Y cuando aprendemos a aceptar lo que en el pasado veíamos como fallos, cuando nos damos cuenta de que en realidad no fueron fallos, sino que simplemente son algo que intentamos y no funcionó, debemos intentarlo de nuevo. Este es un sentimiento completamente diferente de la idea de comprar fracaso y éxito. Porque definitivamente no preguntamos con la mente, lo hacemos con el corazón. Y aquí es donde las 40,000 neuritas sensoriales, ubicadas en el corazón, se vuelven tan necesarias porque ellas piensan, recuerdan, sienten y se comunican por separado de nuestro cerebro.

Así que debemos aceptar, sin entrar en detalles, que estamos diseñados para sanar y que esta habilidad no es un añadido evolutivo que ocurrió después de 200,000 años de experiencia, sino que es parte de nuestro diseño original desde que aparecimos sobre la tierra. Sabiendo estas cosas, la pregunta que ahora surge es: ¿Cuál es la forma de estimular, facilitar e incorporar esto a nuestras vidas? Es aquí donde requerimos investigar más profundamente en la caja de herramientas y sobre las técnicas que podemos tomar y usar cuando las necesitemos para nuestro bien o para mejorar nuestras habilidades.

Si los puntos de esta lectura cautivaron tu atención y te movieron a indagar más sobre el tema, escucha y reflexiona el audio “Cómo sanar tu cuerpo en 72 horas” del gran gurú, Gregg Braden, disponible en: https://youtu.be/ximksMqV8sQ, de donde fueron extraídas todas estas notas. Encontrarás mayores datos científicos al respecto.

Con mis atentos saludos,

J. Becerra 


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