Cada cual
lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquel que no encontró nada
nuevo en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí.
Según esta sabia reflexión
de Jackselins Arteaga,
podemos inferir que el corazón es la pieza clave del rompecabezas ambiental,
que nos permitirá reorientar el curso de nuestra actual sociedad y del planeta.
Los grandes kilómetros de libros y enciclopedias escritos con el afán de
sensibilizar al hombre para con la naturaleza, serán mera falacia si no
logramos penetrar este engranaje principal: el corazón.
Pero
definir “corazón” es circunscribirse a la fuente de nuestras verdaderas
emociones y reacciones, muy a pesar del elocuente sermón o artículo científico
que pudiera estar bombardeando, en este preciso momento, nuestras facultades
perceptivas de razonamiento. Después de todo, la teoría es una especulación de
conocimientos estructurados con la más fina coherencia y elegancia de
razonamiento. ¡Qué todo rime bien, ésa es la prodigalidad del manuscrito! Desafortunadamente a
muy pocos les preocupa el impacto de sus obras, de sus comunicados y hasta de
sus acciones. Raramente se evalúa el número de corazones, mentes y almas, que
verdaderamente lograron transformar. Todo es utopía y una mera trivialidad de
compromisos para con el medio ambiente. As allí donde yace el trabajo de muchas
instituciones y dependencias de Gobierno; no trascienden a pesar de su buena
voluntad.
Y…
es que hablar del Medio Ambiente, propiamente de Gaia,
nuestra Madre Tierra, nos pone ante un contexto inverosímil y hasta un tanto
ridículo. Por una parte, están todos los pensantes que insisten en salvar o
proteger a la Tierra. ¿Salvarla de qué o de quién? ¿No será más bien al
contrario? También abundan los indiferentes, los apáticos y negligentes, a
quienes importa un comino lo que ocurra y deje de ocurrir en el planeta. Tal
parece que su cerebro está programado para el devenir catastrófico. Y es que
siempre ha habido desastres en el planeta. Por eso se considera poco pertinente
una cultura de prevención cataclísmica.
Afortunadamente existen
evidencias del Gran Diluvio que arrasó continentes enteros, muy en el pasado.
El país de Bolivia es una fortaleza de evidencias, principalmente el Río Madre
de Dios. También hemos sido testigos de los devastadores Tsunamis que han
azotado el Sudoeste Asiático, como el ocurrido el 26 de diciembre de 2004. Se
trató del cuarto sismo más fuerte registrado en la tierra desde 1900. Y… ¿Qué
decir de la nube asesina londinense de 1952? ¿O... del Domingo Negro del 14 de
abril de 1935, que vivió Estados Unidos? Todo esto y mucho más constituyen las
pruebas inequívocas de nuestro pasado, y del timonazo que le estamos dando a
nuestro barco ambiental. Valga la pena recordar, en este paréntesis, las
palabras de George Santayana (1863-1952)."Aquellos que no
recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo"
Pero en un contexto de
actualidad, que se pone cada vez más candente, y donde tanto se prolifera un Cambio
Climático sin precedente, hacemos lo que podemos, pero también lo que queremos. Con frecuencia
el más mínimo esfuerzo y compromiso. Muchas veces motivados por la mera
conveniencia personal o sencillamente por ser reconocidos y aplaudidos en un
escenario social y deprimente. Esta es nuestra mejor droga y utopía de vida.
Pero esta falsa apariencia inmaculada traerá consigo resultados todavía más
adversos e irreversibles a los ya antes comentados. ¿Nos podemos
reencauzar? ¡Claro que sí! Ninguno de nosotros, absolutamente nadie, debe sustraerse de todo lo que
está ocurriendo en materia política, religiosa, productiva, económica, social,
demográfica, cultural y educativa, en torno a nuestro Medio Ambiente. Es
responsabilidad de todos. Aún es oportuno reanalizar y
meditar los siguientes planteamientos y dar rienda suelta a una serie de
soluciones que emanen de corazón, no emanaciones sensacionalistas:
¿Qué se está haciendo al
respecto?
¿Qué
podemos hacer colectivamente,
como sociedad?
¿Qué
estoy haciendo de
manera individual?
¿Por qué esperar hasta que otros hagan algo
al respecto?
¿Acaso
aún creemos, como lo enseñan algunas caricaturas infantiles, en los
“superhéroes”?
Ahora,
en este preciso instante y en este espacio físico, es el mejor momento para
empezar con acciones pequeñas de dimensiones colosales. ¡Manos
a la obra! ¡El mundo tiene que saber que existen personas que llevamos
en nuestro corazón el sello del medio ambiente, sin importar el lugar donde
vivamos! ¡Que sí es posible subsanar la herida que hemos causado a la tierra!
¡Que cada cual, desde su trinchera y con sus limitados recursos, puede aportar
su más valioso esfuerzo y perseverancia! Mi exhortación final es: ¡Llevad,
llevad, llevad, siempre en su corazón el Medio Ambiente, sin importar donde viva!
Si
desea compartirme sus sugerencias o recomendaciones, tenga la bondad de
escribirme a joaquinbecerra16@gmail.com y/o jbecerrazavaleta@yahoo.com.mx
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