Históricamente el ser humano ha utilizado los árboles para satisfacer sus necesidades básicas y mejorar su calidad de vida, obteniendo de éstos: leña para el fogón, madera para los muebles, horcones para cercar y edificar, carbón, forraje, frutos, corteza, resinas, látex y hongos, así como otras materias primas para uso alimenticio e industrial. Así como el paisaje escénico y los múltiples servicios ambientales.
Los árboles desempeñan un importante papel en la captación de agua presente en la atmósfera en forma de niebla, rocío, lluvia y nieve. Pero quiero confesarle que los árboles no producen ni una sola gota agua como se nos ha enseñado desde las escuelas de educación básica, error que hemos venido trasmitiendo a las nuevas generaciones. Más bien éstos (los árboles) son los ordeñadores del agua y las nubes son las vacas o el rebaño en sus diversas manifestaciones. Las hojas, tallos y pelos o tricomas de los árboles, funcionan como un imán quimérico, atrayendo hacia ellos el agua condensada sobre la atmósfera, misma que es precipitada hacia el suelo por goteo. Esto continua siendo un misterio y ha sido muy poco estudiado.
Durante las lluvias, gran parte del agua finaliza en un manantial que borbollea de la ladera de una montaña o bien va a depositarse a los ríos, lagunas y pozas, aguas abajo. El agua que se infiltra a mucha profundidad del suelo es almacenada o retenida en los mantos freáticos, formando así importantes reservas o bancos de agua. A menudo sólo es posible llegar a ella excavando un pozo. Y es que los árboles roturan con sus raíces las diversas capas del suelo, dando lugar a la formación de una estructura porosa que facilita la absorción e infiltración de este liquido. Francamente, cuando usted saca agua de un pozo, la está extrayendo de un acuífero muchos metros abajo del suelo.
Un cálculo que apareció en el informe de UNICEF Groundwater: The Invisible and Endangered Resource (El agua subterránea: el amenazado recurso invisible), indica que la mitad del agua que se emplea con fines domésticos y para el riego procede del subsuelo. Dado que las aguas subterráneas suelen estar menos contaminadas que las superficiales, también se utilizan para el consumo humano, tanto en entornos urbanos como rurales. Si las extracciones fueran moderadas, los acuíferos permanecerían invariables, ya que se reabastecen constantemente con la lluvia que va filtrándose poco a poco. No obstante, el hombre lleva décadas sacando mucha más agua de la que el ciclo natural puede reemplazar. Para mayor información vea: laecologiaambiental.blogspot.mx.
A este respecto, las áreas forestadas (con presencia de cobertura vegetal forestal) retienen e infiltran el agua y la sueltan poco a poco. La infiltración que más abajo redundará en manantiales permanentes comienza con el área forestada. Si es zona de niebla y sin que haya una precipitación abierta, un árbol como el pino (Pinus montezumae) de 15 metros de alto y unos 10 metros de diámetro máximo de la copa, puede precipitar hasta 57.8 litros de agua por hora. ¡Un hecho extraordinario!
Otra especie considerada un buen “ordeñador” e indicador de la presencia de mantos acuíferos superficiales es el “ahuehuete” (Taxodium mucronatum), el árbol nacional de México. Este crece a orilla de ríos, manantiales, arroyos y canales, en altitudes que van de los 300 a 2100 m.s.n.m., y puede alcanzar una talla superior a los 40 metros de alto, con un diámetro mayor a 14 metros, o sea, unos 58 metros de circunferencia. Tal como ocurre con el “Árbol del Tule”, localizado en Santa María del Tule, Oaxaca, México. El nombre vulgar “ahuehuete” proviene del náhuatl ahuéhuetl, que significa “árbol que nunca envejece” o “árbol viejo de agua”, debido a que crece donde abunda ésta. No existe precisión respecto a la cantidad de agua que un individuo de esta investidura es capaz de captar o secuestras, pero lo que no cabe la menor duda es que donde hay ahuehuetes también hay agua, y ¡mucha agua!.
Asimismo existen pastos gigantes de entre 20 y 40 metros de alto, con diámetros que van de los 20 hasta a los 65 centímetros, pertenecientes a varios géneros y especies. Éstos poseen la sorprendente prerrogativa de ordeñar y almacenar grandes cantidades de agua en sus cúmulos o tallos. Me refiero a los bambúes. Denominados éstos como la planta de los mil y un usos, o también como el acero vegetal, llegan a constituir imponentes masas boscosas de gran importancia hidrológica, por todo el mundo. Pueden vivir muchos años, hasta más de un siglo.
Cosecha de un Guadua, en donde se aprecia la caída del agua almacenada en el cúmulo o tallo. Guayaquil, Ecuador.
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Entre los aportes más valiosos que existen sobre estas gramíneas, está el de la especie Guadua angustifolia. Su comportamiento como una bomba de almacenamiento de agua posee el principio de “vasos comunicantes”, donde en épocas húmedas absorbe importantes volúmenes de agua que almacena tanto en su sistema rizomático como en el tallo. Se ha determinado, según estudios realizados en la hacienda Nápoles, municipio de Montenegro, Colombia, y en el Centro Nacional para el Estudio del Bambú-Guadua, Colombia, que una hectárea de guadua se puede almacenar hasta 30,375 litros de agua, es decir, el agua para 150 personas por día (si se asume un consumo promedio de 200 litros/día/persona). En época de verano cuando se percibe la necesidad de agua en el suelo, la que se encuentra almacenada en la planta es aportada de manera paulatina al suelo, como una esponja que suelta líquido. Por consiguiente, mantener bambusales a orillas de los ríos o de las norias, equivale a poseer tanques de almacenamiento de agua. ¿Con justa razón se afirma que donde hay bambú hay regulación del agua!
Y ¿qué podemos decir de otros árboles tales como el haya (Platanus sp.), la Ceiba (Ceiba sp), el sauce llorón (Salix sp.), y el aliso (Tessaria integrifolia), que también son buenos ordeñadores de agua? Según la hipótesis de Sylvina Lorena Casco y Juan José Neiff (INCI Vol.31, No.8, Caracas, Aug. 2006), la distribución de las raíces del sauce y el aliso está relacionada con la dinámica hidrológica, con la conectividad de cada sitio con el curso del río Paraná. Por otra parte, en muchos lugares se observa que a la par de las ceibas, se han mantenido o se han formado pequeñas lagunas de agua, coadyuvando fuertemente a la sucesión secundaria.
Por otra parte, cuentan las crónicas de conquista, que en la Isla de El Hierro (Islas Canarias) hubo un árbol al que los nativos llamaban “garoé” o “árbol sagrado del agua”, y que sus grandes hojas eran capaces de captar y destilar el agua de las nieblas que a él llegaban, agua que se recogía en grandes oquedades hechas en torno al árbol por los bimbaches, antiguos pobladores de la Isla. No se disponía de más agua en toda esta isla que la que emanaba del “garoé”. Por ello, el pueblo bimbache tenía a este árbol por una divinidad digna de toda adoración. Este mítico árbol se encontraba en una zona cercana a Tiñor, sobre una ladera bañada constantemente por los vientos alisios, a unos mil metros de altura sobre el nivel del mar. Se piensa que el Garoé debió ser una laurácea, más exactamente, un laurel endémico de las Isla de Madeira y las Islas Canarias, un espécimen de Ocotea foetens. Hoy sólo sobrevive en el escudo de la Isla de El Hierro, como recuerdo de un árbol que permitió desarrollar una verdadera vida agrícola en medios de pluviométrica muy débil.
Imagen histórica del lugar donde emanaba agua el “árbol sagrado del agua” o "gaore". Tomada para enseñanza y sin fines de lucro de: www.arbolesymedioambiente.es |
Con todo esto, no se pretende insinuar que la población se vaya a morir de sed algún día, pues para eso están los mares y la hidrotecnología sobre desalinización del agua, sino más bien recalcar que la poca calidad del agua que se utiliza para beber y cocinar nos está enfermando. Estudios realizados a nivel mundial indican que alrededor del 80 por ciento de todas las enfermedades y más de una tercera parte de todas las muertes en los países en desarrollo son causadas por aguas contaminadas, con heces humanas, de animales, pesticidas, fertilizantes y residuos industriales.
Algunas reflexiones que usted debería conocer respecto al agua son:
Un árbol de Pinus montezumae capta, aquí en Veracruz, México, 57.6 litros de agua por hora (Barradas, 1995).
Prácticamente se pensaría que los árboles son maquinas perfectas eficientes, por lo que nunca habrá problemas de escasez en un mundo lleno de agua y con tanta vegetación exuberante. Sin embargo, por dondequiera que miren sus ojos, los árboles están siendo talados a un ritmo histórico sin precedente. ¡Hoy, quizás, ya existen más personas, automóviles y casas o edificios que árboles! Y esto seguramente irá en aumento y pondrá en riesgo a las generaciones futuras.
El Gasto Consumo Medio Anual de Agua/Familia es de 200 m3 de agua.
Para contextualizar esta cifra en la mente, debo decirle que 1m3 de agua equivale a 1000 litros. Esto es aproximadamente dos tinacos rotoplas de 450 litros. Ahora bien, me refiero, en este contexto, a una familia modesta y moderada, pues existen aquellas en cuyo caso se rebasa la cantidad de los 10 miembros. También están las que llegan a ostentar más de 2 vehículos y gozan de una enorme residencia con tremendo jardín. Pero para unificar aún más las cosas, le diré que el consumo de una ducha es de alrededor de 30 a 40 litros, sin tomar en cuenta a aquellas personas que tienen la mala costumbre de cantar y cepillarse los dientes durante este proceso, permaneciendo más de 5 minutos bajo la regadera (70-140 litros). Hasta un simple lavado de manos, de esas que nos damos antes de tomar los alimentos, demanda alrededor de 1.5 litros de agua. Por si fuera simple, el gasto de agua del baño (Water Closet, W.C., Inodoro, Retrete, Guáter) oscila entre 100 y 130 litros diarios. Afortunadamente la naturaleza no sabe nada sobre nuestra demanda, tampoco sobre nuestros excesos; por eso no pude producir más de lo que sabiamente hace.
Producir una sola tortilla cuesta 37 litros de agua.
Este análisis se puede replicar de manera casera o experimental. Basta llevar un minucioso registro del agua invertida a una planta de maíz, desde el momento de su siembra como semilla, hasta pasar por la fase cosecha y preparación de la masa para echar y cocer la tortilla. Esto significa que, al momento de llevarse el taco a la boca, se han invertido 37 litros de agua.
Conclusión
El agua nutre, ya es un alimento escaso, limpia casi todo, proporciona vida, une ciclos y procesos, se mueve y siente como si tuviera vida propia, refresca y disuelve. En su ciclo natural se presentan cambios enigmáticos en el que participan estrechamente los árboles y algunos bambúes como “ordeñadores”. En el interior de la tierra, es decir hacia el subsuelo, esta agua va madurando durante siglos hasta que brota como agua sabia de los manantiales, retornando nuevamente a los límites de la atmósfera. Traspasa toda célula con vida y se almacena en todos los órganos. Con justa razón varios árboles y pastos se han especializado para quedarse con ella, almacenarla. Como el majestuoso “árbol viejo del agua”, o el enigmático “garoé”, que ha quedado en la conciencia herreña española, como un árbol capaz de proveer de agua y como símbolo de salvación ante el peligro.
Recuerde siempre que: El agua se fabrica, pero no lo hace el hombre. "Los árboles son los ordeñadores perfectos del agua, y que las nubes son las vacas o el rebaño en sus diversas manifestaciones". Evitar su tala es asegurar nuestra permanencia como especie. Es necesario, urgente e impostergable, plantar miles de “árboles ordeñadores” e impulsar proyectos innovadores sobre siembra y cosecha de agua por todas partes del mundo. ¡Aún el desierto se puede transformar!. Las generaciones presentes y futuras lo van a agradecer.
Se desea mayor información o quiere compartirme alguna experiencia sobre este tema, puede escribirme a joaquinbecerra16@gmail.com
NOTA: Este artículo está basado en la conferencia “La reforestación, un negocio ecológico y económico/CONAFOR”, impartida al Centro Universitario Hispano Mexicano, en Veracruz, Veracruz., por el Ing. Joaquín Becerra Zavaleta, durante el año 2007.
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