En esta intromisión al misterioso y fascinante mundo subacuático (características acuáticas y terrestres) de los maglares, le recordaré la importancia biológica, ecológica,
forestal y social de este ecosistema forestal. Será necesario hacer un repaso sobre
morfología (formas) y fisiología (funciones) vegetal, así como de la normatividad
ambiental existente para fomentar su protección y conservación. Comentaré algunos
casos exitosos que en materia de restauración ecológica, repoblación, reforestación,
se están impulsando en algunas partes del mundo. No sería inoportuno hacer
algunas sugestiones sobre el impacto ambiental que ya tiene el desarrollo
turístico sobre este ecosistema. Así que… ¡Venga,
ande conmigo y conozcamos a los manglares!
Por principio, debo decir que el vocablo mangle de donde se deriva mangrove (en
alemán, francés e inglés) es originalmente guaraní
y significa árbol retorcido. Esto seguramente se debe a la arquitectura o
forma que adquiere la especie Rhizophora
mangle, en cuyo caso sus raíces zancudas le imparten una peculiar
morfología. Font Quer (1977) considera que la palabra mangle corresponde a un
nombre vulgar de origen hispanoamericano. Sea como fuere, estas raíces estabilizan la arena y el lodo; son extraordinarias ancladoras de
suelos. Valga recordar también que el nombre genérico para manglar o manglares,
fue designado con base en sólo esta especie, y que Rhizophora es un género de árboles tropicales con 44 especies
pertenecientes a la familia Rhizophoraceae, donde su más notable especie es Rhizophora mangle.
Desde el punto de vista ecológico y forestal el manglar es un bosque, frecuentemente
con árboles de 10 a 20 metros de altura, aunque en ocasiones algunos individuos
alcanzan hasta los 35 metros de alto. Al interior del bosque se aprecian
distintas coloraciones y formas de su corteza. Los programas de manejo y
aprovechamiento para este frágil recurso, son similares a los de coníferas u
otros ecosistemas tropicales, excepto que hay que considerar que las especies
de mangle figuran en alguna categoría de riesgo en México, y de acuerdo a la
NOM-059-SEMARNAT-2001. En tales circunstancias el registro y el Plan de Manejo
de una Unidad de Manejo para la Conservación de Vida Silvestre (UMA), resulta herramienta
indispensable.
Al respecto debo decirle que, no muchos hemos
tenido la fortuna de vivir cerca de un manglar, de apreciar bajo sus enramados
e intrincadas raíces su peculiar estructura y fisonomía, de llenarse de lodo
las botas y hasta los codos durante el arduo trabajo que allí realizan los
lugareños como su principal medio de vida. En sentido más estricto se trata de un humedal constituido por árboles de
diferentes familias, géneros y especies taxonómicas, generalmente perennifolias,
lo que significa que permanecen con follaje verde durante todo el año. Son plantas
muy tolerantes a la salinidad y ocupan la zona
intermareal de las costas en las latitudes tropicales de la tierra. Sus inescrutables adaptaciones morfofisiológicas (forma y funciones), les
han permitido sobrevivir y desarrollarse en terrenos anegados o inundados
durante casi todo el año y sujetos a intrusiones de agua salada o salobre, generalmente
carentes de oxigeno. Debido a ello, algunos autores llaman a este ecosistema “Bosque Salado”. Por su estrecha y
compleja relación con el mar resultan
ser un eslabón entre la vida terrestre y marina. ¡Algo fascinante si se
admite que la vida orgánica, tal como la conocemos, tuvo sus orígenes en el
mar!
Las especies de mangle más comunes y
dominantes en nuestro país son el mangle rojo (Rhizophora mangle), el mangle negro (Avicennia germinans), el mangle blanco (Laguncularia racemosa), el mangle botoncillo (Canocarpus erectus) y Rhizophora
harrisonnii. Las cuatro primeras son las más ampliamente distribuidas y
abundante. Poblacionalmente constituyen una masa forestal bien ordenada que
crece en bandas según su grado de resistencia a las inundaciones periódicas de
las mareas, y por tanto, a la salinidad. Así el mangle rojo, se presenta
generalmente hacia la parte frontal, en contacto directo con el agua salobre.
Atrás del mangle rojo podemos encontrar al mangle negro y atrás de éste, en
suelos un poco más altos se encuentra el mangle blanco, ya que es menos
tolerante a la salinidad. ¡Un ejemplo que nos muestra orden y cada cosa en su
lugar!
Pero el manglar no son solamente árboles, como irreflexivamente pensamos
algunos, aquí también encontramos arbustos, hierbas, hongos y una inmensa
cantidad de animales (mamíferos, aves, reptiles, anfibios, crustáceos, insectos,
etcétera). Podría decirse que hablar de del
manglar es tratar con todo un complejo de organismos y no meramente con cuatro
o cinco especies arbóreas. También hay que reconocer la parte abiótica (como
la temperatura, luz, humedad, y la salinidad) la cual ha jugado un importante
papel evolutivo en el perfeccionamiento de este intricado ecosistema
subacuático.
En este ecosistema podemos hallar
un “mangle que no es mangle”,
como dicen algunos lugareños respecto del mangle botoncillo (Conocarpus erectus), el cual parece haberse
adaptado mejor a terrenos firmes y con menos concentraciones de sales. Sus
estructuras anatómicas y morfológicas resultan totalmente diferentes respecto a
las demás especies de mangle. Y es precisamente aquí donde surgen las
siguientes interrogantes: ¿Se trata acaso de una planta cuyos niveles
evolutivos le han permitiendo separarse del ambiente acuático-marino? ¿Es acaso
una de esas rarezas inexplicables de la naturaleza, como sucede con Quercus oleoides y Pinus oocarpa, especies adaptadas preponderantemente al clima
tropical y sub-tropical?
Si observamos ligeramente a un bosque de mangle, concluiríamos que no es
nada atractivo, ya que fisonómicamente sus árboles son muy deformes y torcidos.
Esto nos confirma su significado guaraní, ya que… ¡De verdad que son
torcidos estos árboles! También su intricada red de raíces zancudas y
adventicias los hacen intransitables e impenetrables. Esto quizás haya sido la
mejor defensa del ejército mexicano ante el ataque de los soldados europeos durante
sus anhelantes deseos por conquistar el país. Y es casi seguro que el éxito de
los vietnamitas en todos sus combates obedeciera también a esta particularidad
de los manglares.
En Veracruz, México, varios sitios fueron utilizados como escondite por
piratas y forajidos. El Cerro del Naco, situado en el Ejido El Nanchal,
municipio de Alvarado, Veracruz, es tan solo un ejemplo de escondites piratas. Otros
más los podemos localizar en los manglares de Tecolutla y en la portentosa Laguna
de Tamiahua. Pueden hallarse numerosos antecedentes y leyendas en cada sitio.
En estos ambientes pantanosos el hedor a fango (lodo en descomposición),
así como la presencia de mosquitos y tábanos es lema de cada día. Ocasionalmente
también encontramos lagartos o cocodrilos, viuda negra y tatuana (Boa constrictor). Muchas personas sienten pavor andar en el interior de un bosque de
mangle, pero se requiere de actitud, disciplina y práctica para saber cómo
caminar y hasta qué agarrar. El asunto de aguante y resistencia precisa un
mayor entrenamiento.
Finalmente, para concluir con esta primera parte, le diré que las flores
de estos árboles no son nada vistosas que digamos, excepto porque las abejas y
algunos insectos palúdicos buscan allí sus alimentos. La miel de mangle es una
de las más cotizadas. Tiene un sabor dulce-salado y es el producto con el cual
se impregnan las zucaritas y los corn flakes. De todas formas, ¡No podría
imaginarme a un joven romántico enviarle flores de mangle a su futura esposa! ¡Ni
tampoco al hijo predilecto llevarle un ramo de estas flores a su amada madre! Estas
analogías seguramente le parecen poco alentadoras y hasta exageradas. No
obstante le recuerdo que… ¡Así son los
manglares!
Esta sección continuará. Mientras tanto, si desea compartir alguna información al respecto o
publicar algún artículo sobre salud y medio ambiente, tenga la bondad de escribir
a joaquinbecerra16@gmail.com
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