John Roden,
profesor de la Universidad de Oregon del Sur, en la Revista Selecciones de
Junio del 2005, pág. 64, sostiene que la persona media necesita alrededor de
130 metros cúbicos de oxígeno al año. Por consiguiente, en lugares de
vegetación exuberante, como es el caso de las selvas tropicales, cada árbol
genera en promedio unos 273 metros cúbicos al año. Pero en los sitios áridos en
cambio, la producción es mucho menor. Por ejemplo, un enebro del desierto
genera apenas 6 metros cúbicos de oxígeno al año.
Estas
consideraciones del Dr. Roden son bastante acertadas y nos ponen ante un dilema
ambiental: ¿Cuántos árboles necesita usted y su familia para poder vivir? ¿Son
suficientes los árboles de su ciudad o de su país para proveer la cantidad de
oxígeno necesario en términos de calidad? ¿Está usted coadyuvando a la
producción de oxígeno para su familia? ¿Qué significado cobran para usted los
llamados “pulmones de la ciudad”?
Una mirada
retrospectiva sobre la situación del agua a nivel mundial, debería inducirnos a
comprender que también nos estamos quedando sin oxigeno y que la calidad de
éste es peligrosa en varias ciudades. Nunca nos imaginamos tener que llegar a
comprar agua embotellada, debido a la abundancia y pureza por doquier. Por su
parte, la venta y comercialización de oxigeno es también una realidad y está
cobrando una demanda creciente en varias partes del mundo. ¿Ha llegando el
ineludible período de acudir al centro de distribución y comprar el tanque de
oxigeno para abastecer nuestro hogar, tal como lo hacemos con el agua?
¡Imagínese tener que pasar al supermercado por nuestra lata de oxigeno para
cada viaje aéreo o carretero!
Esto debería
motivarnos a ver con los pies en la tierra y con los ojos de la mente y del
corazón que, si queremos permanecer como especie, es necesario que generemos e
implementemos estrategias objetivas para mitigar el actual deterioro ambiental.
¡Tenemos que producir (sembrar y cosechar) nuestro propio oxigeno! Para
lograrlo será necesario plantar, por lo memos, un árbol de porte pequeño o
grande en el patio de nuestra casa. Aunque también está de moda el establecimiento
de techos vivientes o azoteas verdes, así como la forestación o revestimiento
vegetal de paredes y muros. Ambas alternativas pudieran incluir desde plantas
de ornato hasta hortalizas para la alimentación familiar. En casos muy
especiales, se han establecido pastos sobre la azotea y posteriormente inducido
una ganadería con especies menores. ¡Algo muy ingenioso y fácil de replicar!
Pero si esto no es posible debido al espacio reducido, acuda a las autoridades
ambientales de su comunidad y solicite la anuencia para que en las avenidas o
en alguna área verde oficial, pueda usted plantar, adoptar y cuidar un árbol
desde la etapa juvenil hasta su madurez. ¡No se reprima de este disfrute
imprescindible! ¡Produzca oxigeno, ya no
le quite más a las generaciones futuras!
Recuerde que
en muchos lugares del mundo se han establecido y decretado áreas verdes como “pulmones de la ciudad”. Aunque esto es
muy loable, los tamaños de dichas reservas generalmente no corresponden con el
crecimiento y desarrollo urbano. Por su parte, el estado fitosanitario y la
fisonomía estética de estos sitios es poco digna de reconocimiento, pues muchos
están en pleno abandono y algunos son verdaderos vertederos de basura y
madrigueras para maleantes. En tales circunstancias, los responsables de la
planeación y desarrollo urbano local deberán reconsiderar que la cantidad de
aire u oxigeno respirable debe ser estrechamente proporcional a la cantidad de
los habitantes versus la disponibilidad de las fabricas de éste, es decir, los
árboles. Nunca se deberá prescindir del mantenimiento sostenido y permanente
que esto conlleva. Es una tarea titánica pero redunda en enormes beneficios.
Finalmente, es
menester exhortarle para nunca se olvide que "…Se puede vivir dos meses sin comida y dos semanas sin agua, pero sólo
se puede vivir unos minutos sin aire..." Mahatma Gandhi
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