SIGNIFICADO DE VADEMÉCUM






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jueves, 10 de junio de 2021

CONTEMPORÁNEO GÉNESIS DEGENERADO, LA REAL NETA DEL PLANETA

 


Desde hace 50 años o más, los ecologistas y activistas ambientales son vistos como catastrofistas, gente que nada más obstruye el progreso. Muchos se han reído de sus predicciones y hasta han refunfuñado: “No es para tanto, el mar es muy grande y los cielos muy anchos, hay reservas de todo para milenios todavía”. Decenas de ellos han sido salvajemente asesinados debido a sus resultados e ideales en favor del medio ambiente. Pero el tiempo ha expuesto la razón de estos profetas contemporáneos. Ya no existe la menor duda de que la salud del mundo está hecha un asco. Denis Mermod (1939-1974), pastor protestante de la comunidad de sordos de Ginebra y Lausana, Suiza, en su libro “Une parole pour les sourds et leurs entendants”, ya proyectaba “la verdad incómoda” que años más tarde Al Gore difundió ampliamente.  Huelga relacionar aquí aquella canción prohibida del gran cantante brasileño Roberto Carlos, con su clásico "El progreso", de 1977. No se sabe si molestó más el contenido netamente ecológico del texto o si se sintieron aludidos con eso de "yo quisiera ser civilizado como los animales".

Pero volviendo al “Génesis Degenerado”, un extracto del referido libro nos dice: Al final, el hombre atacó a los cielos y a la tierra. La tierra era espléndida y llena de riquezas inmensas. Lo tenía todo para la felicidad del ser humano. Pero el espíritu del hombre decidió transformarlo todo. 

El humano dijo: “Hagamos la luz artificial”. Y la hizo. El humano vio que ese alumbrado era bueno. Oscureció los días y alumbró las noches. Primera etapa. El humano dijo: “Eliminemos la separación entre lo de arriba y lo de abajo. Hagamos aviones que nos suban hasta el cielo”. Y el humano llenó los cielos hasta el punto de contaminarlos y que se parezcan a la ropa sucia. Fue la segunda transformación. El humano dijo: “Que las aguas tomen el sitio de la tierra y la tierra la de las aguas” El humano secó las marismas, hizo pantanos. El humano vio que era bueno. Y luego dijo: “Obliguemos la tierra a producir más verduras, aumentemos la producción de los árboles frutales”. Y así fue. Se emplearon toneladas de productos químicos, insecticidas, y miles de productos tóxicos fueron vertidos sobre las plantas para obtener más y más provecho. El humano vio que eso era bueno. Fue la tercera etapa.  El humano dijo: “Vamos a liberarnos de los ciclos naturales y dejemos el ritmo de las estaciones”. Y el humano hizo grandes ciudades donde ya no se puede ver el cielo, donde el sol queda permanentemente tapado y donde ya no se ven los ciclos de la luna. El humano creo la vida a contratiempo y suprimió el bien y el mal. Le pareció bueno. Fue la cuarta etapa. El humano dijo: “Tiremos la basura al mar y contaminémoslo. Cacemos los animales con el placer de matarlos. Hagamos la vida imposible a los pájaros para no oírlos más”. El humano contaminó los lagos, los ríos y los mares. Se encarnizó contra todas las criaturas e hizo desaparecer la mayoría de los animales salvajes. El humano dijo. “Esterilicemos para siempre los peces del mar, los animales del campo y los pájaros del cielo, para que los humanos superpoblemos la tierra”. Fue la quinta etapa. El humano dijo: “Hagámonos dioses a nuestra imagen, según nuestra semblanza, y que dominen sobre el mundo entero” Así fue como el humano creó Dios a su imagen, a imagen humana. Lo creó sexo y dinero. El humano oró a sus imágenes y las adoró. Y les dijo: “Que seáis multiplicadas por millares de ejemplares, llenad la tierra, dominad a los humanos. Ocupad todo el sitio”. Y el humano dijo: “He aquí que entrego a los dioses del sexo y del dinero todo mi poder: les cedo todo, se alimentarán de mi trabajo y de mi sacrificio”. Y así fue. El humano vio todo lo que había hecho y he aquí que le pareció muy bueno. Fue la sexta etapa importante.   Así fueron destruidos los cielos y la tierra y todos sus elementos. El humano concluyó al séptimo ciclo la obra de destrucción que se había propuesto. Y descansó de toda su obra durante ese séptimo ciclo.

El humano creó una religión de su acción y la llamó Progreso. Ese progreso fue eterno, lo mismo que el ciclo de descanso. Porque ya no había humanos. Se habían degenerado por completo y habían desaparecido.  

Con mis atentos saludos,

J. Becerra

- - - NOTA: El “génesis degenerado” es un extracto del libro de predicaciones “Une parole pour les sourds et leurs entendants”, del pastor Denis Mermod (1939-1974). Tomé dicho extracto de: lupaprotestante.com, en noviembre de 2007, pero ya no pude acceder recientemente. Agradezco profundamente al autor(es) por haberlo traducido y hecho asequible a la sociedad. La paz sea con ustedes.


martes, 8 de junio de 2021

EL MUNDO INTERIOR DEL ÁRBOL CREA SU MUNDO EXTERIOR, IGUALMENTE OCURRE EN TI

En la cadena de las especies, el árbol es un desafió a la fuerza de gravedad, es el único elemento natural en movimiento perpetuo hacia el cielo. Crece sin prisa hacia la luz de la cual se alimenta y transforma en hojas, madera, frutos y semillas.

Portentosamente, toda semilla sembrada o caída en suelo fértil da frutos de calidad y en abundancia. Pero aun cayendo en un suelo preparado y rico en nutrientes, la semilla tendrá que romper su latencia y la testa que la recubre, haciendo un esfuerzo gigantesco para lograrlo. Algunas semillas germinan de inmediato, pero otras se toman un mayor tiempo, dependiendo de su poder germinativo. La germinación constituye para una semilla, la permutación de vida hacia una dimensión desconocida, la confluencia a una etapa de vida más activa en la que se deberá lidiar por el espacio y el alimento. La semilla deberá renunciar a esta comodidad y seguridad si quiere trascender.

La radícula es el primer elemento embrionario en brotar a través de la envoltura (testa, cutícula) de la semilla. Es quizás lo equiparado a la formación del corazón humano. Esta pequeña radícula pronto forma pelos radicales que absorben agua y sujetan el embrión al suelo. A continuación, empieza a alargarse el hipocótilo que empuja la plúmula (pequeño brote o yema), y en muchos casos el cotiledón o los cotiledones, hacia la superficie del suelo. Es la emergencia de la raíz o radícula, la que inicia el crecimiento de la plántula.

Este nuevo brote irá creciendo en dos direcciones. Por un lado, sus raíces irán abriéndose camino entre la profundidad de la tierra dura y seca, en busca del agua y los nutrientes necesarios para poder desarrollarse y crecer. A este fenómeno se le conoce como “geotropismo positivo”. Por otro lado, el tallo empieza a emerger hacia la superficie, teniendo también que perforar la capa de tierra que yace por encima, hasta que finalmente sale a flote. Una vez en la superficie tiene que seguir escalando en busca del sol (“fototropismo positivo”), intentando superar a muchas hierbas, arbustos y árboles que están muy por encima de ella, ocultándola del sol. Pero con gran esfuerzo en las raíces y ya sobre la superficie en forma de pequeño vástago, irá remontando y remontando, soportando todas las adversidades de las lluvias y tormentas, así como los días de oscuridad bajo la presión de sus hermanos mayores y demás arvenses presentes, hasta que finalmente logra sobresalir y hacerse dominante o codominante.

Todas estas dificultades han hecho de sus raíces las más poderosas del reino, capaces de soportar las grandes envestidas del viento y de la lluvia. Su tronco es tan fuerte y poderoso que difícilmente alguna tormenta o animal podrán derribarlo. Ahora, ha logrado su sueño y disfruta de su comodidad en las alturas, del mejor sol y aire fresco, recibe la primera lluvia y sus raíces absorben todos los nutrientes existentes en su espacio. Está apta para empezar a florecer y dar cuantiosos frutos. Mirando hacia atrás, la semilla seguramente piensa que todo el esfuerzo invertido ha valido la pena.

OTRA COSA QUE PODEMOS APRENDER

Imagínate u observa a un árbol. Lo que captan tus sentidos (las hojas, las ramas, el tronco, las flores, los frutos, etc.) es lo visible, su mundo externo únicamente. Pero hay algo que más que no ves del árbol y son sus raíces. Las raíces del árbol tienen que ver con su mundo interno. Si te fijas en el árbol, todo lo visible se forma a partir de lo invisible. Los frutos, las hojas, las ramas y el tronco se crean en las raíces. Las raíces son las responsables de que el árbol esté saludable, que dé buenos frutos, que tenga hojas hermosas y que su tronco sea fuerte para poder sostener y resistir todo. A un árbol le toma varios años alcanzar su madurez, que es cuando técnicamente proporciona mayores beneficios al suelo y al agua, produce oxígeno, capta CO2 y da muchos frutos.

No obstante, si tú excavarás el suelo podrías ver como la parte del árbol que está enterrada, es decir, el sistema de raíces, se parece a un árbol visto de cabeza, tal como lo señala el axioma hermético: “Como arriba es abajo” y “Como abajo es arriba” Muchos árboles guardan una simetría maravillosa y casi perfecta y los agrónomos definen acertadamente el “punto de goteo” solo con observar la copa del árbol.

Las raíces del árbol se expanden profunda y ampliamente por debajo del suelo, de tal manera que, si miras las raíces grandes, verás que ellas tienen muchas raíces pequeñas y pelos adheridos a ellas. Recuerda que, si la parte superior del tallo muere, las raíces también pueden morir.

Generalmente cuando las hojas, los frutos y las ramas o el tronco no están saludables es porque ha habido un problema en las raíces. Si los frutos están dañados no pensaría en a abonar a los frutos ¿verdad?, más bien abonarás a las raíces. Los males en las hojas, las ramas, el tronco, las flores y los frutos, son un síntoma de lo que está ocurriendo a nivel interno, en las raíces. Lo exterior es un resultado de lo interior. Recuerda que: “Como es por fuera es por dentro”

Como nosotros formamos parte de la naturaleza, tiene sentido que para nosotros también funcione este principio ¿verdad?  Así, por ejemplo, si tu economía, tus relaciones, tu salud, tu trabajo, tu tiempo, tu familia, tu matrimonio, etcétera, no están funcionando bien, la respuesta está con lo que está pasando en tu interior, en tus pensamientos, emociones y sentimientos. Eso es lo que está creando todo lo que ves y vives; o lo que es lo mismo, si en tu mundo externo algo no está bien, la respuesta está en tu mundo interno. Tu mundo interno crea tu mundo externo. Tu mala salud, tu falta de amor, o tu pobreza no son ningún problema. Todo eso es sólo es un síntoma de lo que está ocurriendo en tus raíces, en tu mundo Interior.

Al igual que el árbol, tu mundo interior crea tu mundo exterior. Como es en tu mente es en lo físico. Como es lo espiritual es en lo material. Como es dentro de ti es fuera de ti. A cada uno de nosotros nos corresponde definir el resto de nuestra historia y desarrollo. Hay semillas de grandeza en tu interior, es tiempo de hacerlas germinar. Nunca olvides que: "Si no plantamos conscientemente las semillas que deseamos en los jardines de nuestras mentes, terminaremos rodeados de malas hierbas" Tony Robbins.

Con mis atentos saludos

J. Becerra

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Lecturas complementarias sugeridas a partir de las cuales está inspirada la reflexión:

1. Moreno-Casasola, P. (1996). Vida y obra de granos y semillas. Fondo de Cultura Económica (FCE).

2. García Calvo, L. (2018). Un Milagro en 90 días. Vol. 2.

3. Home, documental de la Tierra (2009). Disponible en:  https://www.youtube.com/watch?v=SWRHxh6XepM

 


miércoles, 2 de junio de 2021

ACUERDOS ENTRE SU CORAZÓN Y CEREBRO: ¿QUIÉN MODULA A QUIÉN?

 


Creemos que somos un solo individuo, pero en realidad somos una comunidad de unos 50 trillones de células y esos 50 trillones de células tienen un nombre e identidad. A cada día y en cada instante esta comunidad demanda tomar decisiones sobre nuestra salud, sincronizando el corazón con el cerebro, algo que se denomina “coherencia”. Veremos que, por regla general, el corazón ya tiene la respuesta y a veces es tan simple como cambiar la perspectiva sobre lo que creemos y percibimos. Por eso Buda dijo que: “todo hombre y mujer es el arquitecto de su propia sanación y de su propio destino”.

Curiosamente, en la tradición occidental se dice comúnmente que “cuando nacemos empezamos a morir” y esta idea está muy arraigada en el modelo médico actual. No obstante, las tradiciones espirituales más antiguas que conocemos nos dicen que, “desde que nacemos empezamos a sanar”; esto es debido a que cada órgano tiene la facultad de sanarse por sí mismo dadas las condiciones adecuadas, órganos que se pensaba era imposible como: tejido de médula espinal, tejido cardiaco, tejido pancreático y tejido prostático.

¿Cuál es el entorno que optimiza la capacidad de regular el preciado “regalo de la vida” en nuestros cuerpos? Ciertamente es el entorno físico, las condiciones medio ambientales que abarcan el aire fresco, el sol, el agua limpia y el suelo, como una parte muy poderosa, pero incluye también la calidad de nuestros alimentos y algunos suplementos y productos herbales que nuestros antiguos ya usaban para sanar. Lamentablemente, una grave “epidemia ambiental” continúa galopando por nuestro mundo de una forma como nunca la habíamos visto, esto es porque somos una civilización globalizada y algunas de las toxinas medio ambientales que solían ser locales ahora son globales. Ahí está la pandemia más reciente del Covid-19, un virus que arrasó con millones de vidas humanas en tan solo un año.

Pero nuestros ancestros, hace miles de años, sabían que el aire fresco y el agua limpia eran medicinales. Si alguien, por ejemplo, estaba enfermo lo sacaban afuera y le decían que respirara este aire fresco, que caminara descalzo por ese suelo y bebiera de esa agua limpia y milagrosamente sanaba. Algunas veces, este proceso se acompañaba de un exquisito caldo de verduras locales o de gallina, té de hierbas muy selectas y hasta cataplasmas. ¡Y ahora sabemos por qué funcionaba todo ello! Porque eso va más allá, es el entorno interior de la persona lo que realmente induce a su sanación, son los pensamientos, sentimientos, emociones y creencias. Sabemos que éstos pueden ser tanto sanadores como tóxicos, incluso hasta crearnos una auto enfermedad. Y esta es una forma relativamente nueva de pensar, porque la calidad de las emociones que creamos en nuestro corazón determinan la señal que se enviará al cerebro para liberar químicos en nuestro cuerpo y desencadenar el mecanismo de sanación.

Esos dos órganos separados, corazón y cerebro, tienen una red neuronal común, un avanzado sistema nervioso que podemos regular, a voluntad propia, mediante las decisiones que tomamos día a día sobre lo que pensamos, lo que sentimos, lo que creemos y específicamente las emociones que la vida nos presenta y como elegimos responder a ellas. Así que, cuando aprendemos a responder al dolor de formas nuevas, novedosas y saludables, literalmente estamos cambiando la química del dolor en nuestro cuerpo. Aquí también es donde tenemos las experiencias de intuición, precognición, y efectos curativos tales como que se activen las hormonas antienvejecimiento en nuestros cuerpos y de respuestas inmunes tremendamente poderosas. Todo surge de nuestra habilidad para regular esta conexión entre el corazón y cerebro. Este es uno de los aspectos olvidados sobre lo que nuestros ancestros fueron muy claros en sus tradiciones y es ahora cuando la ciencia se está poniendo al día con esta sabiduría.

Probablemente no debería sorprendernos que el corazón juegue un rol tan poderoso en nuestras vidas, porque es el primer órgano en formarse en nuestro cuerpo cuando estamos en nuestro vientre materno. Antes de se forme ningún otro órgano, el corazón lo hace primero. Y uno de los grandes misterios en el modelo de salud occidental es que origina el primer latido que, ocurre cuando en un instante donde solo existía una masa e células y tejidos sin emociones, al momento siguiente, una chispa que origina la vida se convierte en nuestro primer latido. ¿Qué acurre aquí? La ciencia aún tiene que responder a esa pregunta, no lo saben con seguridad. Pero este es uno de los puntos para el que nuestros ancestros tenían una respuesta que la ciencia simplemente no puede apoyar hoy en día. Lo que nos contaron nuestros ancestros es que durante el primer latido es el momento en que el alma entra en el cuerpo, el momento en que contactamos con algo bueno, algo más grande que nosotros.

El hecho es que ocurre algo con ese primer latido que nos vuelve hábiles y capaces como seres humanos, más que ninguna otra criatura, de expresarnos. Esto es lo que nos da el poder para sanar. Como se ha dicho antes, suele decirse que “empezamos a morir en el momento en que nacemos” y lo que la ciencia nos muestra claramente ahora es que, “empezamos a sanar en el momento en que nacemos”. Y la razón es que ahora sabemos, sin ninguna duda, que todo órgano en el cuerpo humano tiene la capacidad de sanar, de curar el daño y regenerar el tejido después de sufrir un daño. Podemos regenerarlo y curar, inclusive los órganos que nos dijeron que era imposible que se sanasen como el cerebro, el corazón, el páncreas y medula espinal. Todo esto ha sido documentado científicamente, todos esos órganos tienen la capacidad de repararse y sanarse a sí mismos, dadas las condiciones correctas en el entorno adecuado.

Cada momento y cada día nuestro cerebro y corazón tienen una conversación. Es una conversación bidireccional. Nuestro corazón tiene una extensa conversación con el cerebro y el cerebro se comunica de vuelta con el corazón, pero no tan extensamente. Es una serie de pequeñas señales que parece que regresan al corazón, pero existe esa conversación bidireccional y regulamos la calidad de esa conversación mediante las emociones que alberguemos en nuestros corazones. Hoy, desde la racionalidad de una ciencia más “cuántica” y menos “newtoniana”, sabemos que el corazón envía más señales al cerebro de las que recibe de éste y pese a ser minoría las poco más de 40,000 neuronas que codifican esta conversación, son las que mandan, no desde la imposición, sino desde el convencimiento. Éstas tienen memoria, aprenden, recuerdan y perciben. También sabemos que el corazón se caracteriza por tener una comunicación electromagnética muy potente, de hecho, es 5,000 veces superior al propio cerebro. Este campo electromagnético llega hasta cuatro metros fuera de nuestro cuerpo. Eso explica que, a veces, sincronizamos nuestro corazón con el de otra persona cuando estamos dentro de esta zona física de influencia: el bebé y la madre, dos personas que se quieran más desde la ternura que desde la pasión, etc.

Así que, cuando sentimos que no estamos seguros en el mundo, cuando sentimos odio, miedo, enfado, envidia, ira, ansiedad, ese tipo de sentimientos, el corazón envía unas señales especificas al cerebro y basándose en esas señales el cerebro libera los químicos en el cuerpo que la reflejan. En el caso del enfado, odio, ira y frustración, que tanto suben los niveles de estrés en nuestros cuerpos, como todos sabemos niveles altos de cortisol y adrenalina que son muy buenos por periodos breves de tiempo, lo que llamamos Defensa-Huida.

Cuando tenemos que tomar una decisión, ya sea salir corriendo como un loco o bien quedarse y plantar cara, estamos diseñados para hacerlo. Para lo que no estamos diseñados es para vivir en constante situación de “Defensa-Huida”. ¡Sí durante algunos minutos, pero no querrás vivir así cada día, hora semana y mes! Aunque hay mucha gente que lo hace y su aspecto lo demuestra. Llevan marcas del dolor y el estrés en sus cuerpos. Sus sistemas inmunes son débiles cuando sufren de este tipo de estrés. Las hormonas antienvejecimiento dejan de funcionar porque toda la energía del cuerpo se dirige al defenderse o huir. Y no es que sea malo tener esas experiencias, pero se vuelve un problema cuando hay mucho estrés acumulado y sin resolver.

El estrés en sí mismo es una señal y lo que hace es darnos una alerta para decirnos que algo en el entorno no está bien, que necesita nuestra atención y ver si podemos detectar esa señal. Así que preguntémonos: ¿Qué es lo que hay en mi entorno que necesito abordar? ¿A qué le tengo que prestar atención? ¿Qué necesito cambiar? etc. Entonces tomar una decisión para avanzar desde ese punto. Esto es una manera muy sana de abordar el estrés. Porque cuando anestesiamos el estrés con medicamentos, alcohol, adicciones químicas o digitales, es cuando se origina un nuevo problema que, más tarde los científicos y médicos deberán atender.

Cuando retomamos estos re-descubrimientos cambia la forma en la que percibimos y guiamos nuestras vidas. Y cuando aprendemos a aceptar lo que en el pasado veíamos como fallos, cuando nos damos cuenta de que en realidad no fueron fallos, sino que simplemente son algo que intentamos y no funcionó, debemos intentarlo de nuevo. Este es un sentimiento completamente diferente de la idea de comprar fracaso y éxito. Porque definitivamente no preguntamos con la mente, lo hacemos con el corazón. Y aquí es donde las 40,000 neuritas sensoriales, ubicadas en el corazón, se vuelven tan necesarias porque ellas piensan, recuerdan, sienten y se comunican por separado de nuestro cerebro.

Así que debemos aceptar, sin entrar en detalles, que estamos diseñados para sanar y que esta habilidad no es un añadido evolutivo que ocurrió después de 200,000 años de experiencia, sino que es parte de nuestro diseño original desde que aparecimos sobre la tierra. Sabiendo estas cosas, la pregunta que ahora surge es: ¿Cuál es la forma de estimular, facilitar e incorporar esto a nuestras vidas? Es aquí donde requerimos investigar más profundamente en la caja de herramientas y sobre las técnicas que podemos tomar y usar cuando las necesitemos para nuestro bien o para mejorar nuestras habilidades.

Si los puntos de esta lectura cautivaron tu atención y te movieron a indagar más sobre el tema, escucha y reflexiona el audio “Cómo sanar tu cuerpo en 72 horas” del gran gurú, Gregg Braden, disponible en: https://youtu.be/ximksMqV8sQ, de donde fueron extraídas todas estas notas. Encontrarás mayores datos científicos al respecto.

Con mis atentos saludos,

J. Becerra 


domingo, 28 de marzo de 2021

ANALOGÍA DE LA VIDA EN LAS ESTACIONES DEL AÑO

 

“Es imposible vivir el invierno de nuestra vida con el mismo programa que nos trazamos para la primavera (J. Becerra)”

 

Llegar a la vejez es, a nivel general, sinónimo de soledad, deudas, tristeza, detrimento físico-emocional y cargar con diversas enfermedades. Para casi nadie, este crudo invierno de la vida, resulta ser el periodo más maravilloso. La diferencia estriba en cómo se adapta la vida a las diversas circunstancias que se presentan. Lo que hacen la mayoría de las personas que padecen alguna enfermedad o deterioro físico irreversible, es que adaptan sus acciones a su enfermedad y dejan de estar activos porque están enfermos e imposibilitados. Lo que otros más perspicaces hacen es justamente lo contrario, hacen que su enfermedad se adapte a sus acciones actuando con mayor coraje y convicción; en muchos casos logran revertir el envejecimiento y hasta la enfermedad. Por eso pregúntese ¿Cómo quiero vivir los próximos otoños de mi vida? ¿Qué voy a tener como garantía de seguridad cuando rebase las 70 u 80 primaveras? ¿Qué puedo proponerse para el ya próximo verano? ¿Con qué calidad de salud física y emocional anhelo recorrer el invierno de mi vida? ¿Se podrá condicionar a algunas pautas para tener estaciones más benignas?

Hay una gran diferencia entre vivir una “vida extraordinaria” y vivir una vida cargada de preocupaciones. La gran mayoría de personas recorren esta vida sin estar al tanto de su calendario de estaciones, llevan ritmos acelerados y van limitándose exclusivamente a resolver los problemas a medida que les suceden. Aunque viven el mismo mundo que todos, para ellos su calendario avanza más rápido. Si las examináramos cuidadosamente, veríamos que tienen un reloj biológico acelerado, ritmos cardíacos más rápidos y plaquetas con altos niveles de adrenalina que se acurrucan de miedo, así como altos niveles de otras hormonas del estrés. Cada vez son más viejos y están más arruinados, su salud cada día es más frágil y sus piernas se tambalean. Todo esto por encapricharse a no ajustar su vida a cada estación.

Como lo dicta la sabia naturaleza, nuestra vida coincidirá con exuberantes primaveras, varios veranos, muchos otoños y hartos inviernos. En la analogía titulada habrá germinaciones y trasplantes, crecimiento y desarrollo, vigor y marchitez, estrés y desahogo, floraciones y fructificaciones, cosecha y acabamiento. Todo ocurrirá en nosotros, sea por dentro o por fuera, avances y retrocesos, vitalidad y deterioro. Porque el cuerpo físico es tierra, agua, aire y muchísimos otros elementos reciclados que van y vienen junto con las estaciones en un abrir y cerrar de ojos. Lo importante es saber sacar el mejor partido de cada estación.

Las estaciones o épocas de la vida que definen cómo comportarnos, cómo percibir la realidad y cómo adaptarnos a nuestras necesidades, se pueden resumir de forma práctica así: 1. La primavera o infancia que transcurre desde el nacimiento hasta que empieza la adolescencia; 2. El verano o adolescencia que comienza con la pubertad y termina donde empieza la adultez; 3. El otoño o adultez, también llamado estado imago, la etapa más extensa de la vida de la persona que viene después de la juventud y precede a la ancianidad o vejez y; 4. El invierno o la senectud, etapa final de la vida que principia aproximadamente a los 60 años de edad y tiene su evolución hasta el momento de la expiración.

Siendo más descriptivos con la analogía en cuestión, la primavera de nuestra vida ocurre desde que nacemos hasta los 20 años, aunque algunos países establecen la mayoría de edad a los 18 años. En la naturaleza, la primavera es sinónimo de primer verdor, de renacimiento, renovación, restitución, florecimiento, juventud, etc. Es el intervalo de tiempo cuando los seres humanos deben crecer física, emocional e intelectualmente. No obstante, hoy en día con tantísima tecnología y facilidad a cualquier tipo de información, los “jóvenes de cristal” comienzan a declinar en sus valores. Creen que lo más importante es lo físico y se olvidan de lo intelectual y emocional, glorifican la “superstición del materialismo”. La primavera también es considerada la “estación del amor”, debido al mayor número de estímulos visuales y a las agradables temperaturas y aumento de luz que provocan diversos cambios hormonales, afectando al estado emocional. En esta época aumenta la melatonina y la serotonina que incrementan la alegría y la actividad sexual Como dice el refrán “en la primavera la sangre altera”, por eso muchísimos jóvenes se enamoran y se casan, a menudo en tan tierna edad y sin contar con experiencia alguna.

De los 20 a los 40 años se presenta el verano, estación marcada por un “tiempo de cosecha y abundancia", los árboles lucen frondosos y muchos frutos están en su punto óptimo para ser cosechados. Predominan las altas temperaturas, llegando a su nivel más ardiente del año de 40 °C o un poco más. Los sinónimos para esta estación son “estiaje” y “canícula”. En el ser humano se intensifica el enamoramiento que ya viene gestándose desde la primavera, se casa y tiene hijos. Es la época más productiva y cuando se puede trabajar más de 24 horas sin descansar, porque se está en pleno vigor. De ahí la relación de económicamente más activas (PEA).

Después llega el otoño, de los 40 a los 60 años. En el campo las temperaturas comienzan a descender y los días son más frescos, lluviosos y con mucho viento. Empiezan cambiar de color las hojas de los árboles y a caer (defoliación). Los animales empiezan a prepararse para el próximo tiempo de frío, acumulan alimentos o viajan a regiones más cálidas y benignas. Aquí se prepara la tierra para un próximo periodo de fertilidad y cosechas, porque las lluvias purificarán la tierra. En los seres humanos cambia el color del cabello, se caen los dientes, se deteriora y pierde la vista, mengua el Índice de Masa Corporal (IMC), etc. Es la época donde se expresa la mayor seguridad y madurez, el aprendizaje e intromisión espiritual, la planeación y el cierre pleno de ciclos, a tal grado que todos hemos oído el dicho: “Los 60 son los nuevos 40”.

Luego llegamos al invierno, de los 60 y más, ya muy raramente los 90 años. Es la temporada más, más difícil, porque no muchos toleran las bajas temperaturas y se resfrían y enferman. A esta edad, muy pocos se encuentran preparados para alimentarse sanamente y calentarse, mucho menos para adaptarse física y emocionalmente a sus nuevas circunstancias. Es quizás, la estación más desdichada e infeliz para muchos, sobre todo cuando no se ahorró en sentido económico ni tampoco se salvaguardo la salud física y emocional, más bien se le “dio vuelo a la hilacha”. A su vez el individuo va perdiendo el interés por las cosas de la vida y va viviendo más en función del pasado, un pasado que remembra dolor y nostalgia. También manifiesta una marcada tendencia al egoísmo y la desconfianza, así como un elevado criticismo y reacciones agrias contra la sociedad y contra sus familiares o custodios. Se convierten en viejitos muy caprichosos y semejantes a bebés berrinchudos, como si volvieran a renacer.

Partiendo de este panorama, podríamos llegar al invierno de nuestra vida siendo un gran “Don” o una gran “Doña”, seguros de sí mismos, capaces de viajar por donde se nos pegue la gana, acudir al hospital más conveniente y hasta darnos los gustos que creemos que merecemos. Pero también podremos llegar al invierno sin una gota de dinero, muy deteriorados debido a tantas enfermedades no atendidas y a una pésima alimentación tenida principalmente durante el verano y el otoño, formando largas filas para recibir una insuficiente pensión por tantos años de labor. Es por ello que se dice: "No hay nada más emocionante que una cosecha abundante, y nada más terrible que un campo estéril en el otoño… (Jim Rohn)”

Pero al igual que no es lo mismo tener 20 años que 50, también es lógico que debemos adaptar nuestros hábitos y ritmos de vida según la estación que nos corresponda. Para los de 50 años de edad, no todos los deportes son adecuados, como tampoco lo es la ingesta excesiva de ciertos alimentos (grasas, sal, queso, chile, carnes rojas, frituras, etc.) y bebidas (alcohol, café, refrescos de “cola”, cerveza, leche, etc.) que berrinchudamente insistimos, entre otras cosas. Al no saber ajustarnos a los años que vamos sumando a nuestro propio “calendario de estaciones”, estamos construyendo el patrón de nuestra salud física, mental y emocional futura. Por ejemplo, una mujer de 48 años decide, por cuenta propia, practicar zumba todos los días. A los 10 meses padece de fuertes dolores en las rodillas y tendones de sus piernas. Descubre que este tipo de baile no era apropiado para ella y debe reajustarse. Por otra parte, un hombre de 58 años insiste en que puede cargarse los bultos de cemento de 50 kg tal como lo hacía en el verano de su vida. Al poco tiempo presenta fracturas en discos de su columna y una hernia en la pared abdominal. Como este caso hay veintenas de ejemplos que confirman el dicho popular: “Quien siembra vientos recoge tempestades", y más aún cuando nos rehusamos a adaptarnos a nuestra edad.

A manera de conclusión preliminar:

Es posible que transitemos nuestra vida siendo meros espectadores de las estaciones, en lugar de ser el meteorólogo pronosticador de nuestros pasos. Por eso tomemos el control desde ahora y no nos dejemos embelesar por las circunstancias presentes. No seamos como una pluma flotando en medio de la tormenta y golpeada por los ventarrones de la “superstición del materialismo”. Dejemos de pensar en el cuerpo humano como una estructura anatómica rígida y veámoslo como un organismo resiliente pero frágil. Cada estación implica virtudes y defectos, y para todas hay opciones. Así que aprovechemos cada estación para ajustar el psicrómetro de nuestros sueños. Nuestra calidad de vida futura dependerá de lo que hoy estamos sembrado, tal como lo expresa Charles Reade: "Siembra un acto y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino". Si queremos cerrar con dignidad el invierno de nuestra vida, preparémonos al 100% desde hoy mismo, usemos sabiamente el anemómetro de nuestro raciocinio. ¡No lo pensemos tanto, hagámoslo ya! Porque, al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años.

Con mis atentos saludos,

Joaquín Becerra-Zavaleta

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Nota de créditos: Las imágenes fueron tomadas de medium.com (Cesar Solis), y de ellibrerocallejero.wordpress.com, con fines meramente ilustrativos.

Lectura adicional recomendada: Las estaciones de la vida, de Jim Rohn (2006).

sábado, 20 de febrero de 2021

¿Y SI UN TROZO DE MADERA DESCUBRE QUE ES UN VIOLÍN?

Imagen parcial de "El Bosque de los Violines". Tomada y adaptada con fines meramente de enseñanza en: intrinsecoyespectorante.blogspot.com

¿Cómo reaccionarias si supieras puedes crear la pieza o partitura de el “violín de tu vida”? ¿Si descubrieras que no hay límites para obtener aquello que siempre has soñado? ¿Que el histórico “Bosque del Violín” es real y que aún conserva ejemplares fenotípicamente sobresalientes? ¿Qué “la felicidad es un arte que se debe practicar, igual que el violín” (John Lubbock)? Y… ¿cómo saber qué árbol es el adecuado para fabricar un violín de primera calidad como un Stradivarius?

Para empezar, la frase de este título "¿Y si un trozo de madera descubre que es un violin?"corresponde a Arthur Rimbaud, Poeta Francés 1854-1891. Por otra parte, para entonar, nunca olvidemos que el violín es la herramienta de trabajo del músico y que cada músico le exige cosas diferentes a su instrumento. Que la madera, en términos de especie, calidad y tratamiento, podría ser la causa del extraordinario sonido de los violines Stradivarius. Que para el violín no hay hora, porque empiezas por la mañana y terminas por la noche, así sucede todos los días.

El violín es un instrumento enigmático de cuerda, sorprendente y provisto de un encanto natural, capaz de reproducir algunas de las melodías más hermosas y refinadas del mundo. Suele despertar una pasión intensa, muy profunda. En ocasiones llega a ser tan desbordante que nos trasmite las emociones del violinista. Un violín llega a conocer como nadie el alma de quien lo toca, porque comparte con él los momentos buenos y malos de su vida.

Se trata fundamentalmente de un cuerpo hueco de 70 a 90 piezas de distintas maderas y pesa no más de 280 gramos. De acuerdo con el luthier de Béjar, Eduardo Francés Bruno, sobresaliente constructor y restaurador de instrumentos de cuerda, las maderas empleadas son: abeto (Picea abies o Picea excelsa) para la tapa, la barra armónica y el alma; Arce europeo (Acer pseudoplatanus), para el fondo, aros, mango y puente; ébano para el diapasón y las cejillas. Los contra-aros y los taquillos pueden hacerse de abeto, álamo, sauce o cualquier otra madera que se ligera. Las clavijas y cordal pueden hacerse de ébano, palosanto o boj. Antonio Stradivari, el más famoso luthier de la historia, nacido en la ciudad de Cremona, Italia, descubrió que la mejor madera para sus instrumentos musicales procedía del “Bosque de los Violines”, ubicado en el Parque Nacional de Paneveggio, al Norte de Italia. Los árboles de este extenso bosque de abetos rojos todavía se rebuscan para fabricar violines, violonchelos, contrabajos y pianos de gran talla mundial.

Hay que destacar que, no cualquier árbol sirve para fabricar un violín. La edad, el clima, la fase de la luna, etcétera, contribuyen a crear o diseñar notas más cálidas y completas. Inclusive, ciertas consideraciones sobre cómo ha de ser cortada la madera y tratada deben tomarse en cuenta. Un abeto debe tener, por lo menos, unos 150 años de edad para ser cortado y poder construir un buen violín. Los árboles más propicios se localizan en las zonas más abrigadas de media montaña y no debe haber exceso de agua. El corazón del árbol (médula) debe mantenerse seco. Eso hace que sea mejor madera, sólida y con una enorme resonancia. A la hora de elegir, por ejemplo, es preferible la parte del árbol que ha estado orientada hacia el Sur. También es aconsejable que no sean partes demasiado cercanas a la raíz ni a la copa, ni muy cerca del duramen del tronco. El árbol ha de ser talado durante la fase de luna menguante de invierno o a finales del otoño, momento en el que el árbol está inactivo porque la savia está concentrada en las raíces. En este momento, el árbol está lo más seco posible, la madera pesa menos y hay menos probabilidades de que se apolille o carcoma.

Una vez cortado, se mide la densidad, la capacidad de vibración y de transmisión del sonido, identificando así las extraordinarias cualidades estéticas y físico-acústicas la madera. Las trozas han de secarse de manera totalmente natural, al aire, protegidas del sol y del agua y durante un periodo mínimo de 5-6 años. Si no se respeta este tiempo mínimo, se corre el riesgo de que el instrumento sufra deformaciones debidas al llamado “trabajo de la madera”.

Es tanta la sabiduría y destreza que posee un maestro luthier que, con tan solo con pasar la uña de su pulgar por encima de los anillos de un trozo de madera sabe que ésta será un gran violín, que es así como deberá ser. El objetivo de todo este arduo trabajo es conseguir la perfección, y la atención en los detalles permite eso. Para acabar un violín se emplean alrededor de 200 horas/hombre, que equivalen a unos dos meses en promedio.

Mucho se ha dicho de las extraordinarias cualidades de los violones Stradivarius, tales como el secado, el envejecimiento de la madera, el barniz con fórmulas secretas, etcétera, aunque recientes estudios científicos han demostrado que la época en que vivió Stradivari coincidió con el “mínimo de Maunder”, el periodo entre 1645 a 1745, que fue, al parecer, extraordinariamente frío. En esta época, tanto en Europa como en América del Norte, los inviernos fueron crudos y muy fríos. Según parece, esto modificó la densidad de la madera, puesto que los anillos de crecimiento se desarrollaron más lentamente, dando origen a una madera más densa y rígida, que es la que usó el célebre constructor para sus instrumentos de renombre.

Cabe señalar que, que, así como las huellas dactilares, jamás existirán dos instrumentos que toquen de la misma forma porque no hay trozos de madera iguales, además de que cada luthier desarrolla su propia metodología y le impregna su “toque” muy especial al trabajar. Cada violín es único y excepcional; cada luthier es un operador de almas incomparable. Y, tal parece que el mundo de los de violines está dominado por dos nombres de popularidad: Antonio Stradivari y Giuseppe Guarneri, maestros luthieres que vivieron a finales del siglo XVII y principios del XVIII en la ciudad de Cremona, Italia, famosa por su reputación como el lugar donde se elaboraban los mejores instrumentos de cuerdas del mundo. Aunque se considera que fue Andrea Amati quien inició la edad de oro de este instrumento, a mediados del siglo XVI, otros creen que el primer luthier que fabricó un violín pudo ser Giovan Giacobo Dalla Corna o Peregrino Zanetto de Montichiaro.

A manera de reflexión para la vida:

Resulta común y fácil culpar a otros, principalmente a nuestra familia o pareja, por nuestra situación actual, por lo que hemos logrado y en lo que nos hemos convertido. Pero realmente somos nosotros los que tenemos el control total de las piezas o partituras de nuestra vida. Cada persona define su destino, controla lo que piensa, lo que siente y todo lo que atrae para sí. Cada quien toca al son que más le place, y con la maestría que el Universo le ha bendecido.

Los violines se clasifican de acuerdo con su tamaño: el 4/4, cuya longitud suele ser de 14 pulgadas o 35,5 cm y su ancho máximo de 20 cm, y un alto de 4,5 cm, es el más grande y utilizado por los adultos; le siguen los violines de tamaño menor, destinados a jóvenes y niños, denominados 3/4, 2/4 y 1/4. Existe también un violín de tamaño 7/8, llamado también "Lady", que es utilizado por algunas mujeres o por varones adultos de manos pequeñas. El tamaño del violín va de acuerdo al tamaño (longitud) de la mano. Así que, aplicando esto metafóricamente, cada persona es artífice de su vida con base en las características genéticas y talentos que ha recibido.

Tal como el alma del violín, de forma cilíndrica y madera de abeto, que debe encajar perfectamente entre la tapa y el fondo del instrumento sin colas, para lograr una perfecta sonoridad, así también debe ser nuestra vida, ésta debe armonizar el alma con la mente. De eso depende nuestra felicidad y el despertar de nuestra consciencia.

Por otra parte, debemos ser como la bóveda arquitectónica del violín, que soporta la presión. Sus cuatro cuerdas presionando ejercen de 10 a 12 kilos de presión constante sobre la tapa, y la tensión de los extremos es de unos 25 kilos. Así también ocurre en nuestra vida, diariamente estamos sometidos a presión y solo la fe y la resiliencia armoniosa nos hacen firmes.

Finalmente, el mango del violín es la pieza que juega una gran importancia al momento de interpretar el instrumento. Es en esta sección donde el violinista realiza los desplazamientos de la mano para digitalizar las notas requeridas. Así también nosotros, debemos “tomar el Violín de Nuestra Vida por el mango”, darle un mayor sentido y resonancia a nuestro propósito de vida, ser más creativos y emprendedores.

Y nunca olvidarnos que... “hay maderas que no agarran el barniz”.

Con mis atentos saludos

Joaquín Becerra-Zavaleta

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Lecturas complementarias sugeridas:

Violín. Publicado por Paloma Valeva (2021), en: https://palomavaleva.com/es/violin/

Las maderas de un violín. Publicado por Jesús Fernández (2015), en: https://www.deviolines.com/las-maderas-de-un-violin/

El luthier, un operador de almas. Publicado por Laia Banús (2010), en:  https://www.interempresas.net/Madera/Articulos/41748-El-luthier-un-operador-de-almas.html