¿Cómo
reaccionarias si supieras puedes crear la pieza o partitura de el “violín de tu
vida”? ¿Si descubrieras que no hay límites para obtener aquello que siempre has
soñado? ¿Que el histórico “Bosque del Violín” es real y que aún conserva
ejemplares fenotípicamente sobresalientes? ¿Qué “la felicidad es un arte que se
debe practicar, igual que el violín” (John Lubbock)? Y… ¿cómo saber qué árbol
es el adecuado para fabricar un violín de primera calidad como un Stradivarius?
Para
empezar, la frase de este título "¿Y si un trozo de madera descubre que es
un violin?"corresponde a Arthur Rimbaud, Poeta Francés 1854-1891. Por otra
parte, para entonar, nunca olvidemos que el violín es la herramienta de trabajo
del músico y que cada músico le exige cosas diferentes a su instrumento. Que la
madera, en términos de especie, calidad y tratamiento, podría ser la causa del
extraordinario sonido de los violines Stradivarius. Que para el violín
no hay hora, porque empiezas por la mañana y terminas por la noche, así sucede
todos los días.
El violín es
un instrumento enigmático de cuerda, sorprendente y provisto de un encanto
natural, capaz de reproducir algunas de las melodías más hermosas y refinadas
del mundo. Suele despertar una pasión intensa, muy profunda. En ocasiones llega
a ser tan desbordante que nos trasmite las emociones del violinista. Un
violín llega a conocer como nadie el alma de quien lo toca, porque comparte con
él los momentos buenos y malos de su vida.
Se trata
fundamentalmente de un cuerpo hueco de 70 a 90 piezas de distintas maderas y
pesa no más de 280 gramos. De acuerdo con el luthier de Béjar, Eduardo Francés
Bruno, sobresaliente constructor y restaurador de instrumentos de cuerda, las
maderas empleadas son: abeto (Picea abies o Picea excelsa)
para la tapa, la barra armónica y el alma; Arce europeo (Acer pseudoplatanus),
para el fondo, aros, mango y puente; ébano para el diapasón y las cejillas. Los
contra-aros y los taquillos pueden hacerse de abeto, álamo, sauce o cualquier
otra madera que se ligera. Las clavijas y cordal pueden hacerse de ébano,
palosanto o boj. Antonio Stradivari, el más famoso luthier de la
historia, nacido en la ciudad de Cremona, Italia, descubrió que la mejor
madera para sus instrumentos musicales procedía del “Bosque de los
Violines”, ubicado en el Parque Nacional de Paneveggio, al Norte de Italia. Los
árboles de este extenso bosque de abetos rojos todavía se rebuscan para
fabricar violines, violonchelos, contrabajos y pianos de gran talla mundial.
Hay que
destacar que, no cualquier árbol sirve para fabricar un violín. La
edad, el clima, la fase de la luna, etcétera, contribuyen a crear o diseñar
notas más cálidas y completas. Inclusive, ciertas consideraciones
sobre cómo ha de ser cortada la madera y tratada deben tomarse en cuenta. Un
abeto debe tener, por lo menos, unos 150 años de edad para ser cortado y poder
construir un buen violín. Los árboles más propicios se localizan en las zonas
más abrigadas de media montaña y no debe haber exceso de agua. El corazón del
árbol (médula) debe mantenerse seco. Eso hace que sea mejor madera, sólida y
con una enorme resonancia. A la hora de elegir, por ejemplo, es preferible la
parte del árbol que ha estado orientada hacia el Sur. También es aconsejable
que no sean partes demasiado cercanas a la raíz ni a la copa, ni muy cerca del
duramen del tronco. El árbol ha de ser talado durante la fase de luna menguante
de invierno o a finales del otoño, momento en el que el árbol está inactivo
porque la savia está concentrada en las raíces. En este momento, el árbol está
lo más seco posible, la madera pesa menos y hay menos probabilidades de que se
apolille o carcoma.
Una vez
cortado, se mide la densidad, la capacidad de vibración y de transmisión del
sonido, identificando así las extraordinarias cualidades estéticas y
físico-acústicas la madera. Las trozas han de secarse de manera totalmente
natural, al aire, protegidas del sol y del agua y durante un periodo mínimo de
5-6 años. Si no se respeta este tiempo mínimo, se corre el riesgo de que el
instrumento sufra deformaciones debidas al llamado “trabajo de la madera”.
Es tanta la
sabiduría y destreza que posee un maestro luthier que, con tan solo con pasar
la uña de su pulgar por encima de los anillos de un trozo de madera sabe que
ésta será un gran violín, que es así como deberá ser. El objetivo de todo este
arduo trabajo es conseguir la perfección, y la atención en los detalles permite
eso. Para acabar un violín se emplean alrededor de 200 horas/hombre, que
equivalen a unos dos meses en promedio.
Mucho se ha
dicho de las extraordinarias cualidades de los violones Stradivarius, tales
como el secado, el envejecimiento de la madera, el barniz con fórmulas
secretas, etcétera, aunque
recientes estudios científicos han demostrado que la época en que vivió
Stradivari coincidió con el “mínimo de Maunder”, el periodo entre 1645 a 1745,
que fue, al parecer, extraordinariamente frío. En esta época, tanto en Europa
como en América del Norte, los inviernos fueron crudos y muy fríos. Según
parece, esto modificó la densidad de la madera, puesto que los anillos de
crecimiento se desarrollaron más lentamente, dando origen a una madera más
densa y rígida, que es la que usó el célebre constructor para sus instrumentos
de renombre.
Cabe señalar
que, que, así como las huellas dactilares, jamás existirán dos instrumentos que
toquen de la misma forma porque no hay trozos de madera iguales, además de que
cada luthier desarrolla su propia metodología y le impregna su “toque” muy
especial al trabajar. Cada violín es único y excepcional; cada luthier
es un operador de almas incomparable. Y, tal parece que el mundo de
los de violines está dominado por dos nombres de popularidad: Antonio
Stradivari y Giuseppe Guarneri, maestros luthieres que vivieron a finales del
siglo XVII y principios del XVIII en la ciudad de Cremona, Italia, famosa por
su reputación como el lugar donde se elaboraban los mejores instrumentos de
cuerdas del mundo. Aunque se considera que fue Andrea Amati quien inició la
edad de oro de este instrumento, a mediados del siglo XVI, otros creen que el
primer luthier que fabricó un violín pudo ser Giovan Giacobo Dalla Corna o
Peregrino Zanetto de Montichiaro.
A manera de
reflexión para la vida:
Resulta
común y fácil culpar a otros, principalmente a nuestra familia o pareja, por nuestra
situación actual, por lo que hemos logrado y en lo que nos hemos convertido.
Pero realmente somos nosotros los que tenemos el control total de las piezas o
partituras de nuestra vida. Cada persona define su destino, controla lo que
piensa, lo que siente y todo lo que atrae para sí. Cada quien toca al son que
más le place, y con la maestría que el Universo le ha bendecido.
Los violines
se clasifican de acuerdo con su tamaño: el 4/4, cuya longitud suele ser de 14
pulgadas o 35,5 cm y su ancho máximo de 20 cm, y un alto de 4,5 cm, es el más
grande y utilizado por los adultos; le siguen los violines de tamaño menor,
destinados a jóvenes y niños, denominados 3/4, 2/4 y 1/4. Existe también un
violín de tamaño 7/8, llamado también "Lady", que es utilizado por
algunas mujeres o por varones adultos de manos pequeñas. El tamaño del violín
va de acuerdo al tamaño (longitud) de la mano. Así que, aplicando esto
metafóricamente, cada persona es artífice de su vida con base en las
características genéticas y talentos que ha recibido.
Tal como el
alma del violín, de forma cilíndrica y madera de abeto, que debe encajar
perfectamente entre la tapa y el fondo del instrumento sin colas, para lograr
una perfecta sonoridad, así también debe ser nuestra vida, ésta debe
armonizar el alma con la mente. De eso depende nuestra felicidad y el
despertar de nuestra consciencia.
Por otra
parte, debemos ser como la bóveda arquitectónica del violín, que soporta la
presión. Sus cuatro cuerdas presionando ejercen de 10 a 12 kilos de presión
constante sobre la tapa, y la tensión de los extremos es de unos 25 kilos. Así
también ocurre en nuestra vida, diariamente estamos sometidos a presión
y solo la fe y la resiliencia armoniosa nos hacen firmes.
Finalmente,
el mango del violín es la pieza que juega una gran importancia al momento de
interpretar el instrumento. Es en esta sección donde el violinista realiza los
desplazamientos de la mano para digitalizar las notas requeridas. Así también
nosotros, debemos “tomar el Violín de Nuestra Vida por el
mango”, darle un mayor sentido y resonancia a nuestro propósito de vida, ser
más creativos y emprendedores.
Y nunca
olvidarnos que... “hay maderas que no agarran el barniz”.
Con mis
atentos saludos
Joaquín Becerra-Zavaleta
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Lecturas
complementarias sugeridas:
Violín. Publicado
por Paloma Valeva (2021), en: https://palomavaleva.com/es/violin/
Las
maderas de un violín. Publicado por Jesús Fernández (2015), en:
https://www.deviolines.com/las-maderas-de-un-violin/
El
luthier, un operador de almas. Publicado por Laia Banús
(2010), en:
https://www.interempresas.net/Madera/Articulos/41748-El-luthier-un-operador-de-almas.html
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