Creemos que
somos un solo individuo, pero en realidad somos una comunidad de unos 50
trillones de células y esos 50
trillones de células tienen un nombre e identidad. A cada día y en cada
instante esta comunidad demanda tomar decisiones sobre nuestra salud,
sincronizando el corazón con el cerebro, algo que se denomina “coherencia”.
Veremos que, por regla general, el corazón ya tiene la respuesta y a veces es
tan simple como cambiar la perspectiva sobre lo que creemos y percibimos. Por
eso Buda dijo que: “todo hombre y mujer es el arquitecto de su propia sanación
y de su propio destino”.
Curiosamente, en la tradición occidental se dice
comúnmente que “cuando nacemos empezamos
a morir” y esta idea está muy arraigada en el modelo médico actual. No
obstante, las tradiciones espirituales más antiguas que conocemos nos dicen
que, “desde que nacemos empezamos a
sanar”; esto es debido a que cada órgano tiene la facultad de sanarse por
sí mismo dadas las condiciones adecuadas, órganos que se pensaba era imposible
como: tejido de médula espinal, tejido cardiaco, tejido pancreático y tejido
prostático.
¿Cuál es el entorno que optimiza la capacidad de
regular el preciado “regalo de la vida” en nuestros cuerpos? Ciertamente es el
entorno físico, las condiciones medio ambientales que abarcan el aire fresco,
el sol, el agua limpia y el suelo, como una parte muy poderosa, pero incluye
también la calidad de nuestros alimentos y algunos suplementos y productos
herbales que nuestros antiguos ya usaban para sanar. Lamentablemente, una grave “epidemia ambiental” continúa
galopando por nuestro mundo de una forma como nunca la habíamos visto, esto
es porque somos una civilización globalizada y algunas de las toxinas medio
ambientales que solían ser locales ahora son globales. Ahí está la pandemia más
reciente del Covid-19, un virus que arrasó con millones de vidas humanas en tan
solo un año.
Pero nuestros ancestros, hace miles de años, sabían
que el aire fresco y el agua limpia eran medicinales. Si alguien, por ejemplo,
estaba enfermo lo sacaban afuera y le decían que respirara este aire fresco,
que caminara descalzo por ese suelo y bebiera de esa agua limpia y
milagrosamente sanaba. Algunas veces, este proceso se acompañaba de un
exquisito caldo de verduras locales o de gallina, té de hierbas muy selectas y
hasta cataplasmas. ¡Y ahora sabemos por qué funcionaba todo ello! Porque eso va
más allá, es el entorno interior de la persona lo que realmente induce a su
sanación, son los pensamientos, sentimientos, emociones y creencias. Sabemos
que éstos pueden ser tanto sanadores como tóxicos, incluso hasta crearnos una
auto enfermedad. Y esta es una forma relativamente nueva de pensar, porque la
calidad de las emociones que creamos en nuestro corazón determinan la señal que
se enviará al cerebro para liberar químicos en nuestro cuerpo y desencadenar el
mecanismo de sanación.
Esos dos órganos separados, corazón y cerebro,
tienen una red neuronal común, un avanzado sistema nervioso que podemos
regular, a voluntad propia, mediante las decisiones que tomamos día a día sobre
lo que pensamos, lo que sentimos, lo que creemos y específicamente las
emociones que la vida nos presenta y como elegimos responder a ellas. Así que,
cuando aprendemos a responder al dolor de formas nuevas, novedosas y
saludables, literalmente estamos cambiando la química del dolor en nuestro
cuerpo. Aquí también es donde tenemos las experiencias de intuición,
precognición, y efectos curativos tales como que se activen las hormonas
antienvejecimiento en nuestros cuerpos y de respuestas inmunes tremendamente
poderosas. Todo surge de nuestra
habilidad para regular esta conexión entre el corazón y cerebro. Este es
uno de los aspectos olvidados sobre lo que nuestros ancestros fueron muy claros
en sus tradiciones y es ahora cuando la ciencia se está poniendo al día con
esta sabiduría.
Probablemente no debería sorprendernos que el
corazón juegue un rol tan poderoso en nuestras vidas, porque es el primer
órgano en formarse en nuestro cuerpo cuando estamos en nuestro vientre materno.
Antes de se forme ningún otro órgano, el
corazón lo hace primero. Y uno de los grandes misterios en el modelo de
salud occidental es que origina el primer latido que, ocurre cuando en un
instante donde solo existía una masa e células y tejidos sin emociones, al
momento siguiente, una chispa que origina la vida se convierte en nuestro
primer latido. ¿Qué acurre aquí? La ciencia aún tiene que responder a esa
pregunta, no lo saben con seguridad. Pero este es uno de los puntos para el que
nuestros ancestros tenían una respuesta que la ciencia simplemente no puede
apoyar hoy en día. Lo que nos contaron nuestros ancestros es que durante el
primer latido es el momento en que el alma entra en el cuerpo, el momento en
que contactamos con algo bueno, algo más grande que nosotros.
El hecho es que ocurre algo con ese primer latido
que nos vuelve hábiles y capaces como seres humanos, más que ninguna otra
criatura, de expresarnos. Esto es lo que nos da el poder para sanar. Como se ha
dicho antes, suele decirse que “empezamos a morir en el momento en que nacemos”
y lo que la ciencia nos muestra claramente ahora es que, “empezamos a sanar en
el momento en que nacemos”. Y la razón es que ahora sabemos, sin ninguna duda,
que todo órgano en el cuerpo humano tiene la capacidad de sanar, de curar el
daño y regenerar el tejido después de sufrir un daño. Podemos regenerarlo y curar, inclusive los órganos que nos dijeron que
era imposible que se sanasen como el cerebro, el corazón, el páncreas y medula
espinal. Todo esto ha sido documentado científicamente, todos esos órganos
tienen la capacidad de repararse y sanarse a sí mismos, dadas las condiciones
correctas en el entorno adecuado.
Cada momento y cada día nuestro cerebro y corazón
tienen una conversación. Es una conversación bidireccional. Nuestro corazón
tiene una extensa conversación con el cerebro y el cerebro se comunica de
vuelta con el corazón, pero no tan extensamente. Es una serie de pequeñas
señales que parece que regresan al corazón, pero existe esa conversación
bidireccional y regulamos la calidad de esa conversación mediante las emociones
que alberguemos en nuestros corazones. Hoy, desde la racionalidad de una
ciencia más “cuántica” y menos “newtoniana”, sabemos que el corazón envía más
señales al cerebro de las que recibe de éste y pese a ser minoría las poco más de 40,000 neuronas que codifican esta
conversación, son las que mandan, no desde la imposición, sino desde el
convencimiento. Éstas tienen memoria, aprenden, recuerdan y perciben.
También sabemos que el corazón se caracteriza por tener una comunicación electromagnética muy potente, de hecho, es 5,000 veces
superior al propio cerebro. Este campo electromagnético llega hasta cuatro
metros fuera de nuestro cuerpo. Eso explica que, a veces, sincronizamos nuestro
corazón con el de otra persona cuando estamos dentro de esta zona física de
influencia: el bebé y la madre, dos personas que se quieran más desde la
ternura que desde la pasión, etc.
Así que, cuando sentimos que no estamos seguros en
el mundo, cuando sentimos odio, miedo, enfado, envidia, ira, ansiedad, ese tipo
de sentimientos, el corazón envía unas señales especificas al cerebro y
basándose en esas señales el cerebro libera los químicos en el cuerpo que la
reflejan. En el caso del enfado, odio, ira y frustración, que tanto suben los
niveles de estrés en nuestros cuerpos, como todos sabemos niveles altos de
cortisol y adrenalina que son muy buenos por periodos breves de tiempo, lo que
llamamos Defensa-Huida.
Cuando tenemos que tomar una decisión, ya sea salir
corriendo como un loco o bien quedarse y plantar cara, estamos diseñados para
hacerlo. Para lo que no estamos diseñados es para vivir en constante situación
de “Defensa-Huida”. ¡Sí durante algunos minutos, pero no querrás vivir así cada
día, hora semana y mes! Aunque hay mucha gente que lo hace y su aspecto lo
demuestra. Llevan marcas del dolor y el estrés en sus cuerpos. Sus sistemas
inmunes son débiles cuando sufren de este tipo de estrés. Las hormonas
antienvejecimiento dejan de funcionar porque toda la energía del cuerpo se
dirige al defenderse o huir. Y no es que sea malo tener esas experiencias, pero
se vuelve un problema cuando hay mucho estrés acumulado y sin resolver.
El estrés en sí mismo es una señal y lo que hace es
darnos una alerta para decirnos que algo en el entorno no está bien, que
necesita nuestra atención y ver si podemos detectar esa señal. Así que
preguntémonos: ¿Qué es lo que hay en mi entorno que necesito abordar? ¿A qué le
tengo que prestar atención? ¿Qué necesito cambiar? etc. Entonces tomar una
decisión para avanzar desde ese punto. Esto es una manera muy sana de abordar
el estrés. Porque cuando anestesiamos el
estrés con medicamentos, alcohol, adicciones químicas o digitales, es cuando se
origina un nuevo problema que, más tarde los científicos y médicos deberán
atender.
Cuando retomamos estos re-descubrimientos cambia la
forma en la que percibimos y guiamos nuestras vidas. Y cuando aprendemos a
aceptar lo que en el pasado veíamos como fallos, cuando nos damos cuenta de que
en realidad no fueron fallos, sino que simplemente son algo que intentamos y no
funcionó, debemos intentarlo de nuevo. Este es un sentimiento completamente
diferente de la idea de comprar fracaso y éxito. Porque definitivamente no
preguntamos con la mente, lo hacemos con el corazón. Y aquí es donde las 40,000
neuritas sensoriales, ubicadas en el corazón, se vuelven tan necesarias porque
ellas piensan, recuerdan, sienten y se comunican por separado de nuestro
cerebro.
Así que debemos aceptar, sin entrar en detalles,
que estamos diseñados para sanar y que esta habilidad no es un añadido
evolutivo que ocurrió después de 200,000 años de experiencia, sino que es parte
de nuestro diseño original desde que aparecimos sobre la tierra. Sabiendo estas
cosas, la pregunta que ahora surge es: ¿Cuál es la forma de estimular,
facilitar e incorporar esto a nuestras vidas? Es aquí donde requerimos
investigar más profundamente en la caja de herramientas y sobre las técnicas
que podemos tomar y usar cuando las necesitemos para nuestro bien o para
mejorar nuestras habilidades.
Si los puntos de esta lectura cautivaron tu
atención y te movieron a indagar más sobre el tema, escucha y reflexiona el audio “Cómo sanar tu cuerpo en 72 horas” del
gran gurú, Gregg Braden, disponible en: https://youtu.be/ximksMqV8sQ, de
donde fueron extraídas todas estas notas. Encontrarás mayores datos científicos
al respecto.
Con mis
atentos saludos,
J.
Becerra
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