Para
un encino (Quercus sp.) no hay nada sobresaliente en llegar a tres siglos de
vida, ya que a esa edad se encuentra en pleno vigor fisiológico y en uno de sus
momentos más productivos. Sin embargo, para un chopo (Populus sp.), llegar a
los 300 años es un logro extraordinario, ya que a esa edad se encuentra en la
decrepitud de su vida, en la senectud y cercano a su muerte.
La
edad biológica de un árbol nos ayuda a entender mejor sus necesidades. Si
sabemos que su edad se encuentra cercana a la senectud podremos actuar en
consecuencia, realizando los tratamientos silvícolas adecuados a esa avanzada
edad. Si por el contrario el árbol se encuentra en un ciclo intermedio, será
más receptivo a los tratamientos silvícolas que se planteen ante cualquier
eventualidad. El crecimiento también nos aporta valiosa información del sitio
tal como su fertilidad, humedad, acontecimiento de sequías o incendios, que
queda grabada para siempre en los anillos de los árboles. Dicha información
permite también, mediante la dendroarqueología, datar la madera que utilizaron
civilizaciones antiguas en sus construcciones, e incluso determinar la época de
su fundación o caída. De hecho, existe una rama de esta ciencia, la
dendroquímica, que evalúa la composición y la velocidad de absorción de
contaminantes atmosféricos que son absorbidos por la madera de los árboles,
especialmente en zonas cercanas a ciudades.
La
epidometría, por su parte, es un indicador de productividad que trata de la
medición, cálculo y estimación del crecimiento de los árboles y bosques desde
un punto de vista de dinámico. La palabra epidometría proviene de “epidoma”,
crecimiento y “metron”, medida. Es
una rama de la Silvicultura que mide el crecimiento en volumen y la edad de los
árboles y su espaciamiento dentro del bosque. Entendiéndose por crecimiento un
cambio irreversible en tamaño y peso que sufren los árboles. Para fines
convencionales este crecimiento se recomienda expresarlo es kilogramos por
hectárea por año (kg/ha/año), toneladas por hectárea por año (ton/ha/año),
metros cúbicos por hectárea por año (m3 /ha/año).
Para
fines meramente prácticos, la Convención Universal Forestal sugiere medir el
diámetro junto con corteza, a menos que se especifique lo contrario, a una
altura fija desde el nivel del suelo.
Esta altura estandarizada es a la altura del pecho. Sin embargo, esta
disposición tiene algunas variantes debido a la diferencia en el tamaño de las
personas que realizan los trabajos de campo. Así en la Europa continental,
Australia, Reino Unido, Canadá, entre otros, se considera la altura del pecho
definida como 1,30 m de altura desde el suelo. Pero en Nueva Zelanda, India,
Malasia, Sudáfrica y algunos otros países la altura del pecho se considera como
1,40 m desde el suelo. Por su parte en Estados Unidos se usa a 4,5 pies (1,3716
m) y en Japón (1,25 m).
La
mayoría de los árboles, principalmente de clima templado frío, poseen un propio
código de barras y en él se albergan registros interesantes sobre incendios
forestales, sequías, inundaciones, deslaves, erupciones volcánicas, plagas y
contaminación atmosférica, incluso nos ofrecen pistas sobre el origen y la caída
de civilizaciones antiguas. Con esta información se puede llegar, inclusive, a predecir
sequías y frecuencia de incendios forestales.
Para
obtener información de un árbol, los dendrocronólogos emplean un “taladro de
Pressler”, que permite extraer una muestra (viruta) con la que se contabiliza
el número de anillos de crecimiento. De esta manera se puede tener acceso a
datos sobre la edad. Estos especialistas son recopiladores de pistas y
detectives en busca de rastros históricos entre cortezas y madera.
LO QUE ALGUNOS NOS DICEN
La Sequoia sempervirens, el llamado
Hyperión, también conocido como “El gigante de la estratósfera”, localizado en
el Parque Nacional Redwood, al Norte de San Francisco, California, mide 115,55
metros de altura y no para de crecer. Hyperión hace alusión a uno de los hijos
Titanes de Gea, la diosa de la Tierra, y Urano, el dios del Cielo. Hyperión
significa "el que mira desde arriba" y representaba al Titán más alto
de entre todos los titanes. Se calcula que el Hyperión de referencia, Sequoia sempervirens, es 20 metros más
alto que la estatua de la Libertad de Nueva York, EE.UU., de 93 metros. Se
calcula que posee unos 526.69 metros cúbicos de madera y alcanza de 700 a 800
años de antigüedad. Su ubicación exacta no ha sido revelada públicamente para
evitar que el tráfico de turistas que pudiera alterar el ecosistema en el que
habita este gigante natural.
Algunos
ejemplares del Eucaliptus regans que
fueron talados o derribados por la acción del hombre, llegaron a alcanzar entre
140 y 150 metros. El árbol más famoso fue el conocido como Ferguson Tree,
talado en 1872, y que medido una vez en el suelo llegaba a los 150 metros,
aunque éste se encontraba ya fracturado en su copa.
El Taxodium mucronatum, el llamado Árbol
del Tule o Ahuehuete, reconocido como el árbol más notable del Estado de Oaxaca
y también un emblema para la República Mexicana como Árbol Nacional. Se trata justamente
de la misma especie del “Árbol de la Noche Triste” en la Ciudad de México,
donde lloró Hernán Cortés al ser derrotado por los mexicas. Debido a su
excepcional diámetro del tronco de 14.36 metros y una circunferencia de 45
metros que muy difícilmente la pueden abrazar 30 personas tomadas de las manos,
se considera una maravilla natural, uno de los más grandes y antiguos del mundo.
Su edad sobrepasa los 2000 años y alcanza una altura de más de 40 metros. En la
sombra de este árbol caben aproximadamente 500 personas. Se calcula que posee
un volumen de 800 metros cúbicos de madera y un peso aproximado de 630
toneladas. Entre los nudos del tronco y las ramas aparecen formas caprichosas
de ciertos animales como "El Elefante", "El León”, “El
Cocodrilo” y "El Pez", entre otros. Es posible que de acuerdo al
grado de imaginación que posea, pueda apreciarlos o no, pero el hecho es que
dicha costumbre debe existir desde hace muchos años.
El Pinus longaeva o pino Bristlecone, es el árbol más viejo del mundo, con 4 847 años,
aunque varios dendrocronólogos consideran que francamente tiene 5 067 años. Se
le llama Matusalén en honor al personaje bíblico que vivió 969 años. Se
encuentra en el Bosque Nacional Inyo, en el centro de California, Estados Unidos.
La especie fue descubierta en la década de 1930 por Edmund Schulman, un
paleontólogo que se dedicaba a fechar sequías y eventos cósmicos a través de
los anillos de los árboles. Paradójicamente, la naturaleza, como si fuera un
escultor macabro, le ha otorgado un aspecto desagradable y todo moribundo; una
suerte de escultura natural. El tronco es sumamente retorcido y está cubierto
por una capa gruesa de resina que lo protege de la putrefacción, de parásitos y
hongos. Por el contrario, el chispazo de un relámpago puede prender la corteza
resinosa y acabar con esta reliquia viviente.
Estos
pinos longevos crecen a más de 3 000 metros sobre el nivel del mar, en una
tierra árida y azotada por vientos helados. Y es, seguramente, esa adversidad
del ambiente lo que los hace ser tan longevos.
El
ejemplar de esta misma especie que anteriormente encabezaba la lista de los
árboles más longevos, sucumbió al hacha de un estudiante de geografía. Lo llamaban
Prometeo, porque creció encadenado a la montaña como el titán de la mitología
griega, aunque no en el Cáucaso, sino en el Parque Nacional de las Grandes
Cuencas, en Nevada (EE.UU.). Era una reliquia de la Edad de Bronce, considerado
no sólo el árbol más antiguo, sino el organismo más viejo no clonado jamás
conocido. Los científicos le calculaban 4.900 años. Pero
dejó de cumplirlos el 6 de agosto de 1964 y sus restos se guardan en tres cajas
de cartón en el Laboratorio de Investigación de los Anillos de los Árboles, en
la Universidad de Arizona, EE.UU.
A manera de conclusión
Pocas
personas están abiertas a la especulación sobre las dimensiones y edades de los
árboles. En cierto sentido son seres vivos, a veces centenarios, de
contemplación inverosímil que revelan una importante historia sobre el clima,
los bosques y las poblaciones adyacentes. También es importante considerar que
la longevidad va asociada a cada especie, siendo algunas más longevas que
otras.
A
pesar de esto, la pérdida de especímenes centenarios afecta las relaciones
existentes de otros organismos y de los factores bióticos y abióticos con los
cuales han establecido alguna estabilidad ecológica. Constituye una pérdida de
la biodiversidad y del germoplasma de individuos adaptados a condiciones
estresantes por periodos históricos, así como fuente de alimentos, ingredientes
activos medicinales e industriales y de información paleoclimática valiosa.