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viernes, 28 de diciembre de 2018

LO QUE NOS ENSEÑA LA ALTURA, EL DIÁMETRO Y LA EDAD DE LOS ÁRBOLES


“Con veinte años todos tienen el rostro que Dios les ha dado; con cuarenta el rostro que les ha dado la vida y con sesenta el que se merecen” 
Albert Schweitzer
Imágenes tomadas de la Web con fines de enseñanza. Se externa el crédito a los autores de las mismas.  



Para un encino (Quercus sp.) no hay nada sobresaliente en llegar a tres siglos de vida, ya que a esa edad se encuentra en pleno vigor fisiológico y en uno de sus momentos más productivos. Sin embargo, para un chopo (Populus sp.), llegar a los 300 años es un logro extraordinario, ya que a esa edad se encuentra en la decrepitud de su vida, en la senectud y cercano a su muerte.

La edad biológica de un árbol nos ayuda a entender mejor sus necesidades. Si sabemos que su edad se encuentra cercana a la senectud podremos actuar en consecuencia, realizando los tratamientos silvícolas adecuados a esa avanzada edad. Si por el contrario el árbol se encuentra en un ciclo intermedio, será más receptivo a los tratamientos silvícolas que se planteen ante cualquier eventualidad. El crecimiento también nos aporta valiosa información del sitio tal como su fertilidad, humedad, acontecimiento de sequías o incendios, que queda grabada para siempre en los anillos de los árboles. Dicha información permite también, mediante la dendroarqueología, datar la madera que utilizaron civilizaciones antiguas en sus construcciones, e incluso determinar la época de su fundación o caída. De hecho, existe una rama de esta ciencia, la dendroquímica, que evalúa la composición y la velocidad de absorción de contaminantes atmosféricos que son absorbidos por la madera de los árboles, especialmente en zonas cercanas a ciudades.

La epidometría, por su parte, es un indicador de productividad que trata de la medición, cálculo y estimación del crecimiento de los árboles y bosques desde un punto de vista de dinámico. La palabra epidometría proviene de “epidoma”, crecimiento y “metron”, medida. Es una rama de la Silvicultura que mide el crecimiento en volumen y la edad de los árboles y su espaciamiento dentro del bosque. Entendiéndose por crecimiento un cambio irreversible en tamaño y peso que sufren los árboles. Para fines convencionales este crecimiento se recomienda expresarlo es kilogramos por hectárea por año (kg/ha/año), toneladas por hectárea por año (ton/ha/año), metros cúbicos por hectárea por año (m3 /ha/año).

Para fines meramente prácticos, la Convención Universal Forestal sugiere medir el diámetro junto con corteza, a menos que se especifique lo contrario, a una altura fija desde el nivel del suelo.  Esta altura estandarizada es a la altura del pecho. Sin embargo, esta disposición tiene algunas variantes debido a la diferencia en el tamaño de las personas que realizan los trabajos de campo. Así en la Europa continental, Australia, Reino Unido, Canadá, entre otros, se considera la altura del pecho definida como 1,30 m de altura desde el suelo. Pero en Nueva Zelanda, India, Malasia, Sudáfrica y algunos otros países la altura del pecho se considera como 1,40 m desde el suelo. Por su parte en Estados Unidos se usa a 4,5 pies (1,3716 m) y en Japón (1,25 m).

La mayoría de los árboles, principalmente de clima templado frío, poseen un propio código de barras y en él se albergan registros interesantes sobre incendios forestales, sequías, inundaciones, deslaves, erupciones volcánicas, plagas y contaminación atmosférica, incluso nos ofrecen pistas sobre el origen y la caída de civilizaciones antiguas. Con esta información se puede llegar, inclusive, a predecir sequías y frecuencia de incendios forestales.

Para obtener información de un árbol, los dendrocronólogos emplean un “taladro de Pressler”, que permite extraer una muestra (viruta) con la que se contabiliza el número de anillos de crecimiento. De esta manera se puede tener acceso a datos sobre la edad. Estos especialistas son recopiladores de pistas y detectives en busca de rastros históricos entre cortezas y madera.

LO QUE ALGUNOS NOS DICEN

La Sequoia sempervirens, el llamado Hyperión, también conocido como “El gigante de la estratósfera”, localizado en el Parque Nacional Redwood, al Norte de San Francisco, California, mide 115,55 metros de altura y no para de crecer. Hyperión hace alusión a uno de los hijos Titanes de Gea, la diosa de la Tierra, y Urano, el dios del Cielo. Hyperión significa "el que mira desde arriba" y representaba al Titán más alto de entre todos los titanes. Se calcula que el Hyperión de referencia, Sequoia sempervirens, es 20 metros más alto que la estatua de la Libertad de Nueva York, EE.UU., de 93 metros. Se calcula que posee unos 526.69 metros cúbicos de madera y alcanza de 700 a 800 años de antigüedad. Su ubicación exacta no ha sido revelada públicamente para evitar que el tráfico de turistas que pudiera alterar el ecosistema en el que habita este gigante natural.

Algunos ejemplares del Eucaliptus regans que fueron talados o derribados por la acción del hombre, llegaron a alcanzar entre 140 y 150 metros. El árbol más famoso fue el conocido como Ferguson Tree, talado en 1872, y que medido una vez en el suelo llegaba a los 150 metros, aunque éste se encontraba ya fracturado en su copa.

El Taxodium mucronatum, el llamado Árbol del Tule o Ahuehuete, reconocido como el árbol más notable del Estado de Oaxaca y también un emblema para la República Mexicana como Árbol Nacional. Se trata justamente de la misma especie del “Árbol de la Noche Triste” en la Ciudad de México, donde lloró Hernán Cortés al ser derrotado por los mexicas. Debido a su excepcional diámetro del tronco de 14.36 metros y una circunferencia de 45 metros que muy difícilmente la pueden abrazar 30 personas tomadas de las manos, se considera una maravilla natural, uno de los más grandes y antiguos del mundo. Su edad sobrepasa los 2000 años y alcanza una altura de más de 40 metros. En la sombra de este árbol caben aproximadamente 500 personas. Se calcula que posee un volumen de 800 metros cúbicos de madera y un peso aproximado de 630 toneladas. Entre los nudos del tronco y las ramas aparecen formas caprichosas de ciertos animales como "El Elefante", "El León”, “El Cocodrilo” y "El Pez", entre otros. Es posible que de acuerdo al grado de imaginación que posea, pueda apreciarlos o no, pero el hecho es que dicha costumbre debe existir desde hace muchos años.

El Pinus longaeva o pino Bristlecone, es el árbol más viejo del mundo, con 4 847 años, aunque varios dendrocronólogos consideran que francamente tiene 5 067 años. Se le llama Matusalén en honor al personaje bíblico que vivió 969 años. Se encuentra en el Bosque Nacional Inyo, en el centro de California, Estados Unidos. La especie fue descubierta en la década de 1930 por Edmund Schulman, un paleontólogo que se dedicaba a fechar sequías y eventos cósmicos a través de los anillos de los árboles. Paradójicamente, la naturaleza, como si fuera un escultor macabro, le ha otorgado un aspecto desagradable y todo moribundo; una suerte de escultura natural. El tronco es sumamente retorcido y está cubierto por una capa gruesa de resina que lo protege de la putrefacción, de parásitos y hongos. Por el contrario, el chispazo de un relámpago puede prender la corteza resinosa y acabar con esta reliquia viviente.

Estos pinos longevos crecen a más de 3 000 metros sobre el nivel del mar, en una tierra árida y azotada por vientos helados. Y es, seguramente, esa adversidad del ambiente lo que los hace ser tan longevos.

El ejemplar de esta misma especie que anteriormente encabezaba la lista de los árboles más longevos, sucumbió al hacha de un estudiante de geografía. Lo llamaban Prometeo, porque creció encadenado a la montaña como el titán de la mitología griega, aunque no en el Cáucaso, sino en el Parque Nacional de las Grandes Cuencas, en Nevada (EE.UU.). Era una reliquia de la Edad de Bronce, considerado no sólo el árbol más antiguo, sino el organismo más viejo no clonado jamás conocido. Los científicos le calculaban 4.900 años. Pero dejó de cumplirlos el 6 de agosto de 1964 y sus restos se guardan en tres cajas de cartón en el Laboratorio de Investigación de los Anillos de los Árboles, en la Universidad de Arizona, EE.UU.

A manera de conclusión

Pocas personas están abiertas a la especulación sobre las dimensiones y edades de los árboles. En cierto sentido son seres vivos, a veces centenarios, de contemplación inverosímil que revelan una importante historia sobre el clima, los bosques y las poblaciones adyacentes. También es importante considerar que la longevidad va asociada a cada especie, siendo algunas más longevas que otras.

A pesar de esto, la pérdida de especímenes centenarios afecta las relaciones existentes de otros organismos y de los factores bióticos y abióticos con los cuales han establecido alguna estabilidad ecológica. Constituye una pérdida de la biodiversidad y del germoplasma de individuos adaptados a condiciones estresantes por periodos históricos, así como fuente de alimentos, ingredientes activos medicinales e industriales y de información paleoclimática valiosa.

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