Cuando
usted contempla un árbol, a simple vista observa un tronco y encima de él
numerosas ramas y hojas. Pero si usted excava el suelo donde está plantado
dicho árbol podrá observar que toda la parte enterrada, es decir, el sistema de
raíces, se parece a un árbol invertido o visto de cabeza. Francamente existe una
simetría casi perfecta entre la copa de un árbol con sus raíz; se trata de un
principio de correlación que establece: “como es abajo es arriba”.
Las
raíces del árbol se extienden profunda y
ampliamente debajo del suelo. Y aunque esto es lo más común que suele
observarse en la mayoría de las especies arbóreas, las excepciones nunca faltan
la naturaleza; tal es el caso de los llamados “contrafuertes”.
Pero
¿Qué son en realidad estas estructuras y cuál es su función principal en los
árboles que las presentan? ¿Por qué no todos los árboles desarrollan
contrafuertes?
Los contrafuertes son un tipo muy especializado de
raíces que caracterizan a ciertas especies arbóreas que habitan en las selvas tropicales.
Se originan a partir de raíces laterales, las cuales gradualmente se van
introduciendo al subsuelo y se alejan del eje principal, situación que favorece
el anclaje del árbol. Estas estructuras han sido objeto de numerosas
especulaciones respecto a su evolución y funcionamiento, pero muy pocos
trabajos precisan cómo éstas realizan el soporte mecánico de un árbol. En mis
clases de Ecología de Campo encontré que Mattheck (1991), realizó un análisis sobre la
distribución de fuerzas alrededor de la base del eje principal o tronco de varios árboles. Su modelo se
orientó a correlacionar la dimensión o extensión de los contrafuertes y su morfología,
así como la edad y las características mecánicas de la madera.
Se observó que el sistema de anclaje de los
contrafuertes interacciona, generalmente, con las fuerzas del viento
(barlovento y sotavento) tendientes a ejercer una presión que es capaz de
inclinar o doblar el eje del árbol. Mattheck (1991), considera que la función
fundamental estas estructuras es hacer contrapeso y de esta manera mantener una
postura inhiesta o recta del tronco. Pero también actúan simultáneamente como
tensores y compresores, para favorecer la verticalidad del árbol. Otra supuesta
especulación está relacionada con los cambios morfológicos del árbol,
principalmente tamaño y grosor, con la necesidad de formar más madera en los
sitios débiles y factibles de posibles daños mecánicos. En otras palabras, es
probable que el árbol se prepare para afrontar su edad avanzada, cosa que no hacemos los humanos.
El mismo autor simuló el patrón de desarrollo de
los contrafuertes y calculó el esfuerzo que se presenta en la base de un árbol
joven, expuesto a las fuerzas del viento. Concluyó que la ausencia de
contrafuertes en árboles jóvenes, obedece, en gran parte, a la protección o
abrigo que reciben de especies vecinas, así como a la presencia de una profunda
raíz principal y numerosas raíces laterales o cavadoras. Por consiguiente, la
formación de contrafuertes únicamente inicia hasta que el árbol ha alcanzado el
dosel o capa superior de todo el arbolado dominante en el sitio. Como puede observarse, el joven árbol no
tiene premura alguna.
Así pues, se establece una estrecha relación de los
contrafuertes ante las condiciones del suelo, resultado más frecuente la
presencia de éstos, en los suelos de textura media y cenagosos que en suelos arcillosos
y arenosos. La profundidad efectiva del suelo es asimismo determinante, pues
los contrafuertes resultan ser muy comunes en los suelos poco profundos y con
una capa gruesa de agua.
Su distribución geográfica se relacionada con las
zonas bajas de los trópicos, donde el patrón de enraizamiento y los tipos de
suelo son diferentes. En zonas altas y templadas, donde se presentan sistemas
radicales más profundos, el desarrollo de los contrafuertes no resulta
necesario, excepto los majestuosos abetos y álamos que sí llegan a necesitarlos.
Con respecto al tamaño y orientación de los
contrafuertes alrededor de la base del eje principal, debe indicarse que la
distribución aleatoria de éstos está
determinada desde la ontogenia del individuo, es decir durante la formación de
las raíces laterales y cuando el árbol no está sometido a esfuerzos mecánicos
significativos. Asimismo, el tamaño en longitud y altura de los contrafuertes varía
de manera sistemática, según la fuerza que impongan los vientos, donde es
posible un mayor crecimiento tanto en número como en espesor.
Huelga reafirmar que la información aquí
considerada es valiosa en todos sus aspectos, tanto desde el punto de vista
evolutivo como ecológico. Sin embargo, aún se precisa de numerosas
investigaciones anatómicas y
fisiológicas de estas estructuras mecánicas. Lo que hemos visto hasta aquí, no
deja dudas de la enorme importancia que los contrafuertes revisten para algunas
especies, principalmente aquellas que ven sometidas a la presión de los fuertes
vientos. En este sentido, recomiendo que cuando se pretenda reforestar o restaurar
sitios degradados se piense cuidadosamente en cuán benéficas resultan ser todas
aquellas especies que presentan estas estructuras.
Lecturas
sugeridas
Ennos,
A. R. 1993. The function and formation of buttresses. Tree 8(10):350-351.
Hallé, F., R. A. A. Oldeman y P. B. Tomlinson. 1978. Tropical Trees and
Forests: an architectural analysis. Springer-Verlag Berlin. Germany. 441 p.
No hay comentarios:
Publicar un comentario