Imagen principal tomada de catania.unicusano.it; se agregaron otras además de datos para ilustrar el mensaje.
Aprendemos a vernos tal como nos ven, a valorarnos como nos valoran. Lo que
escuchamos y vivimos nos forma y moldea continuamente. Con justa razón se dice
que: “No vemos el mundo como realmente es, vemos el mundo como nos han educado,
tal como somos y nos sentimos”. Prácticamente somos víctimas de nuestras
creencias y costumbres. Aquello de “es
genético” o “tiene el gen de la obesidad", dejó de tener demasiado sentido
a principios del milenio y con la secuenciación del genoma humano. Cada vez
está más claro que lo que cuenta no es el ADN y su configuración, sino lo que
nos rodea, el cómo vivimos, lo que pensamos y sentimos.
La percepción de que nuestras vidas están controladas por los genes o ADN
(Ácido Desoxirribonucleico) está tan arraigada en nuestra civilización que se
enseña como dogma desde el nivel más elemental de la educación para un niño. Se
les enseña que los genes controlan la vida, que en ellos se inscriben todas sus
capacidades y características. Este concepto de "Genes de Control de la Vida" se repite continuamente a
través de los niveles de educación superior y hasta el posgrado, incluyendo a
los médicos en salud humana. De manera coloquial, la gran mayoría de personas
excusa su mal carácter, indecisión, temores, vicios, violencia y habla obscena,
en la herencia genética familiar.
Casi todos hemos sido condicionados a pensar y creer que el cuerpo humano
es una compleja maquina bioquímica genéticamente controlada (Examine: “El Gen Egoísta”, de R Dawkins). En
apoyo a esta creencia es que atribuimos a los genes todas nuestras capacidades,
y lo más importante, nuestras discapacidades y múltiples enfermedades. Esta
firme creencia es llamada Determinismo
Genético o Biológico y significa literalmente que nuestras vidas, definidas
como nuestras características físicas, fisiológicas y emocionales, son
controladas por nuestro código genético. Esto nos ofrece una imagen de las
personas como víctimas. Razonamos que, si los genes controlan nuestras
funciones vitales, entonces nuestras vidas son controladas por algo fuera de
nuestra capacidad para cambiarlas.
Dado que los genes aparentemente controlan los rasgos de la vida de un
individuo y, debido a que no tenemos voz ni voto durante nuestra concepción, podríamos
con justa razón consideramos víctimas de la herencia, ya que ciertas
enfermedades y trastornos que se presentan en familias serían propagadas a
través de los genes asociados. Así el mundo está lleno de personas que están en
constante temor de que, en algún día inesperado, sus genes lleguen a convertir
su vida en ellos. Los perciben como bombas de tiempo, a la espera de que un
cáncer o alguna otra enfermedad catastrófica pueda llegar a expresarse debido a
la herencia genética. Pero hemos sido programados para aceptar que somos fieles
sirvientes al poder de los genes en la creación y experiencias de nuestra vida;
la evidencia en el laboratorio muestra que esto no es verdad.
Son pocas las personas que atribuyen sus problemas de salud y sus defectos,
tales como algún padecimiento cardiovascular o el comportamiento indisciplinado
de sus hijos, a deficiencias meramente asociadas a los mecanismos bioquímicos
de su cuerpo. La gran mayoría culpa a
sus genes de “ser como son” y les “importa un comino” hacer algo para mejorar y
hasta reprogramarse. Porque la corriente dominante del dogma científico
insiste en que somos hereditarios de códigos genéticos al parecer imposibles de
cambiar o reprogramar. En consecuencia, nos encontramos no sólo como víctimas
de la herencia, sino también sin el poder ni la capacidad para “reprogramar"
nuestro destino. Al asumir el papel de víctimas impotentes e incapaces,
procedemos a denegar legítimamente la responsabilidad de nuestra mala salud,
tanto física como mental y emocional. Por desgracia, esta negación se traduce
en una enorme cantidad de sufrimiento humano y enfermedades.
La buena noticia según el Dr. Bruce H. Lipton, es que, en realidad, no
somos víctimas de nuestros genes. Avances asombrosos de la Física Cuántica,
Biología Celular y de la Epigenética, han derrocado recientemente los
fundamentos filosóficos de la biomedicina convencional y nos conducen a un
futuro de mayor esperanza. Se trata de una comprensión radicalmente nueva que
emerge de la ciencia de las células y que reconoce que el medio ambiente y, más
concretamente, la percepción que tenemos sobre el ambiente que nos rodea,
controlan directamente el comportamiento y la actividad de nuestros genes. A
partir de esta “percepción novedosa” podemos referirnos a los genes, más
apropiadamente, como “creencias” y asumir que las creencias controlan nuestra
biología y no nuestros genes. ¡No más excusas de “soy así debido a mi
genética”!
Diversos experimentos demuestran que
las células cambian en función del entorno y es a esto lo que llamamos
“Epigenética”. Esta disciplina,
con poco más de una década de existencia, es una auténtica revolución en la
biología; algunos la han llamado el segundo genoma o el interlocutor entre
genoma y ambiente; y ha podido dar respuestas donde la genética ya no tenía
ninguna. Así es como hemos comprendido que las influencias medioambientales,
entre las que se incluyen la nutrición, el estrés y las emociones, pueden
modificar nuestros genes sin alterar su configuración básica. Esto significa
que, si variamos el exterior a un ambiente más sano y agradable, podemos cambiar
significativamente.
Por otra parte, la Psicología del Cambio Personal del Psych-K, representa
un paso gigante para liberarnos de las limitaciones de conceptos anticuados
sobre nuestro crecimiento y desarrollo; traza el camino para convertirnos en
dueños de nuestro destino en vez de víctimas de nuestros genes. Cuando se
aplican los diversos principios y las técnicas de esta disciplina, se puede
acelerar drásticamente la expresión de nuestra verdadera naturaleza y potencial
ilimitado.
Somos nosotros quienes controlamos nuestra biología, de la misma forma que
soy yo quien escribe las palabras en este procesador de texto. Somos capaces de
editar los datos que introducimos en nuestras biocomputadoras, al igual que yo
elijo las palabras que tecleo. Una vez
que comprendemos cómo la membrana celular y las Proteínas Integrales de
Membrana (PIM) regulan la biología, nos podemos convertir en amos y señores de
nuestro destino y no en víctimas de nuestros genes. Reconoceremos que “los
genes no nos limitan, la limitación está en nuestra percepción y en nuestras
creencias”
Así que cuanto más consciente sea la gente y mayor conocimiento tenga de
que ellos tienen el poder de ser los últimos responsables de sus vidas, más
fácil será para todos darnos cuenta de ello. Hay que luchar contra el
Determinismo Genético. “El genoma nos da una tendencia a ser de cierta manera,
pero es el cómo vivimos lo que hace que seamos de una forma determinada",
afirma el Dr. Manel Esteller, Director de Epigenética del Centro Nacional de
Investigaciones Oncológicas (Madrid) y del Instituto Catalán de Oncología
(Barcelona).
Con mis atentos saludos,
J. Becerra
_ _ _ _ _ _ _
*Nota elaborada con el fin de
sensibilización biológica y genética, basada en: 1) La biología de la
creencia: la liberación del poder de la conciencia, la materia y los milagros
(2005), de Bruce H. Lipton; 2) Psych-K La Pieza/Paz Que Falta En Tu Vida
(2015), de Robert M. Williams.
No hay comentarios:
Publicar un comentario