Joaquín
Becerra-Zavaleta [1]
Debemos
ver los accidentes como revelaciones.
E. Manero
Imagen
de Manuel e Ingrid vistos desde el espacio. Fuente:
Notimex-NASA, 2013. Tomada para enseñanza y difusión en materia ambiental.
RESUMEN. Un huracán
es una impresionante obra de arte hecha por la naturaleza, tal como puede
apreciarse en la imagen de arriba. Un radar generalmente muestra círculos
geométricos en espiral, pero un
satélite, a 23,000 millas (igual a 37.015 km) sobre la tierra, muestra otra vista
sin igual. Para algunos esta obra constituye un regalo de Dios; para la mayoría
representa un castigo divino semejante al Diluvio de Noé; al autor le parecen revelaciones
que no debemos escatimar en absoluto y mejor acatar las lecciones. Manuel e
Ingrid, los dos meteoros que impactaron a México durante el mes de Septiembre del presente año, ponen de
manifiesto nuestra vulnerabilidad, pobreza e impotencia ante estos fenómenos
colosales.
INTRODUCCIÓN
Los
huracanes no son los fenómenos atmosféricos más grandes ni los más violentos,
pero la combinación de ambos (tal como Manuel
e Ingrid) en tamaño y violencia es inigualable en la naturaleza. Obviamente
no existen dos huracanes iguales, algunos son más grandes, otros producen más lluvias,
algunos tienen el ojo más grade y otros tienen las bandas espirales
concentradas en un lado solamente. Hay diferencia también en la intensidad.
La
expresión “huracán”, está asociada al de “ciclón
tropical”, término meteorológico usado para referirse a un sistema de
tormentas caracterizado por una circulación cerrada alrededor de un centro de
baja presión y que produce fuertes vientos y abundante lluvia. Los ciclones
tropicales extraen su energía de la condensación de aire húmedo, produciendo
fuertes vientos. Dependiendo de su fuerza y localización, un ciclón tropical
puede llamarse depresión tropical, tormenta tropical, huracán, tifón
(especialmente en las Islas Filipinas y China) o simplemente ciclón. Su nombre
se deriva de los trópicos y su naturaleza ciclónica. El término
"tropical" se refiere tanto al origen geográfico de estos sistemas,
que se forman casi exclusivamente en las regiones tropicales del planeta, como
a su formación en masas de aire tropical de origen marino. Lea el Anexo 1, al final de este artículo, sobre “El agua caliente es la clave del origen de los ciclones tropicales”.
El término "ciclón" se refiere a la naturaleza ciclónica de las
tormentas, con una rotación en el sentido contrario al de las agujas del reloj
en el hemisferio norte y en el sentido de las agujas del reloj en el hemisferio
sur.
De
acuerdo con el Dr. Juan Cervantes Pérez (prestigioso Meteorólogo y Profesor Investigador de
la Universidad Veracruzana), los fenómenos de baja presión, como es el caso de
los ciclones en sus diferentes etapas, presentan esa característica de de
"juntarse", donde le más fuerte absorbe al más débil. Esto permite
comprender por qué Manuel e Ingrid, provenientes de direcciones opuestas,
impactaron el territorio mexicano. También nos ayuda a evitar sospechas mal
infundadas sobre la manipulación del clima como arma de guerra, según
proliferan algunos.
HISTORIA DE LOS HURACANES EN MÉXICO.
El prestigioso
climatólogo Cary Mock, de la Universidad de Carolina del Sur, en los Estados
Unidos, considera que ha habido huracanes
desde hace millones de años, en todo el mundo. Señala que algunos colegas
han especulado seriamente sobre la presencia de huracanes durante la última
glaciación, sin embargo, sólo tenemos evidencia directa de los últimos 10 mil
años.” En nuestro tiempo, añade, en la cuenca del Atlántico “ha habido periodos
de mucha mayor actividad que aquella que creeríamos posible. Nos hemos llevado
grandes sorpresas al analizar registros históricos incluso del siglo XIX”.
El “huracán México” ha sido considerado como el más
devastador ciclón tropical que afectó la costa del Pacífico mexicano en octubre
de 1959, siendo
uno de los más fuertes conocidos de la zona del Pacífico Oriental. Mató a más
de 1000 personas, aunque otras fuentes afirman que llegó a los 1500 o 1800, convirtiéndose
en uno de los peores huracanes de la década de los cincuenta y el más mortal
registrado por un huracán del océano Pacífico.
En los
años más recientes (1988), se puede señalar al huracán Gilberto como uno de los
más intensos en lo que va del siglo. Los daños más severos que causó ocurrieron
en los estados de Quintana Roo, Yucatán, Tamaulipas y Nuevo León, y en menor
grado en Campeche y Coahuila. En algunas zonas provocó la pérdida de vidas
humanas y sus efectos destructivos fueron considerables. Dejó huellas de su
paso en las actividades agropecuarias, las comunicaciones, la investigación y
la infraestructura. Ha sido considerado como “el huracán histórico que destrozó a México”. Desafortunadamente,
muchos nos ya hemos olvidado esta historia.
Este tipo
de eventos no dista de ser excepcional, ya que año tras año, entre el 1º de
junio y el 1ºde diciembre, se presenta la temporada de huracanes en la región
atlántica, que incluye la costa este de los Estados Unidos, la región del
Caribe y el Golfo de México; en el Pacífico mexicano la temporada se inicia el
15 de mayo y finaliza el 30 de noviembre. La mayor actividad se alcanza en
septiembre. La gran extensión costera de México lo coloca en una posición
vulnerable ante la llegada de estos fenómenos meteorológicos.
UNA EVALUACIÓN NO TAN DEFINITIVA DE MANUEL E INGRID
Con respecto a Manuel e Ingrid, los dos meteoros que impactarán a México
durante el mes de Septiembre, es muy difícil hacer un
balance real y definitivo de todos los daños, aunque el 25 de Septiembre
de 2013, en la reunión de autoridades federales con gobernadores, se presentó
una evaluación previa y un recuento de daños todavía muy superficiales. Los
informes aquí vertidos nos dan una ligera magnitud sobre los efectos de estos
colosales fenómenos. Examine en la Tabla 1 el balance que se
presentó para los sectores hídrico, agropecuario, así como de comunicaciones y
transporte. Tengamos la bondad de meditar en: !Cuán devastador resultaría una
réplica de estos fenómenos!
NUESTRA VULNERABILIDAD, POBREZA E IMPOTENCIA
Sólo las personas que han experimentado
en carne propia el paso del ojo de un huracán intenso saben lo que es el poder
de un huracán. Para otros es fácil confiarse demasiado y hacer caso omiso a las
advertencias. Sin embargo debemos reconocer que ahora somos más vulnerables que
nunca antes en la historia de los huracanes y que este es un problema causado
por las personas, ya que miles viven en zonas que históricamente han estado bajo
agua. Lamentablemente olvidamos que el agua recuerda su historia y que ésta vuelve
a retomar los causes que algún día le correspondieron. A este respecto, los
diversos informes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio
Climático (IPCC), indican que los niveles de las aguas seguirán
subiendo de nivel año tras año.
En
México, el número de personas que habitan en zonas costeras se ha elevado
considerablemente desde hace dos décadas. Según un artículo publicado por
Jáuregui Ostos, en el año 2003, en la revista Atmósfera que edita el Centro de Ciencias
de la Atmósfera de la UNAM, en 1990, la población urbana distribuida entre las
costas del Pacífico y Golfo de México sumaba más de tres y medio millones de
habitantes.
Todo esto
representa un enorme riesgo ante el incremento de los fenómenos meteorológicos
que irán teniendo lugar, con una mayor intensidad, en la posteridad inmediata. Pero
las personas que habitan aguas arriba, en alta montaña, también corren graves peligros.
Por una parte está la presencia de presas de agua totalmente azolvadas y
bastante envejecidas; por otro lado el reblandecimiento y la fractura de las
diversas capas del subsuelo, que han provocado derrumbes y hundimientos sin
precedentes históricos.
A continuación se presenta una serie de datos
valiosos, muy contundentes, sobre las
presas de agua, que será importante reanalizar como parte de nuestra
vulnerabilidad y pobreza:
De acuerdo con el Atlas
Digital del Agua México 2012, en nuestro país existen
más de 4,462 presas, de las cuales 667 están clasificadas como grandes presas,
de acuerdo con la definición de la Comisión Internacional de Grandes Presas
(ICOLD, por sus siglas en inglés). La capacidad de almacenamiento de las presas
del país es de aproximadamente 150 mil millones de metros cúbicos. El volumen
almacenado en 98 de las principales presas en el año 2010 es de aproximadamente
106 mil millones de m3.
La historia de las presas en
México inicia en 1550, cuando los españoles confinaron las aguas de la laguna
Yuriria en Guanajuato, para destinarlas al
riego, y así impulsar “los graneros de la Nación”. Posteriormente, en la
época de las haciendas se construyeron numerosas presas, durante los siglos
XVII y XIX, casi todas de mampostería, en los estados de Aguascalientes, Guanajuato,
México y Querétaro.
La mayoría de las presas del país
está por cumplir con su vida útil —de 20 a 50 años—, inclusive muchas de ellas
la han rebasado. El 71% de 290 que han sido evaluadas sobrepasan de los 20 años
de vida útil con un promedio de 36 años. En consecuencia, los materiales se han
ido envejeciendo y degradando. Esto significa que los coeficientes de trabajo
han disminuido, por lo que el periodo de eficiencia de la mayoría de las presas
en México ha pasado. Muchas están totalmente azolvadas, además de contaminadas.
Otras más, que tampoco son pocas, han reducido considerablemente su vida útil a
causa de que la acumulación de azolves se incrementó más de lo esperado, debido
a la deforestación adyacente de sus cuencas. En el Segundo Informe sobre
Recursos Hídricos publicado por la Organización de las Naciones Unidas, se
muestra que la mayor parte de la República Mexicana tiene un porcentaje de
retención de sedimentos en los embalses de 80 a 100%.
En este aspecto, es necesario
mencionar que más del 80% de las presas estudiadas, no cuenta con equipo para
medir los azolves, ni filtraciones. Además, solamente 97 presas en el país,
cuentan con piezómetros (instrumentos para medir la presión del agua),
inclinómetros (instrumento para medir la inclinación del plano respecto de la
horizontal) y testigos superficiales para medir las deformaciones en el tiempo,
por lo que no se cuenta con información
confiable para la mayoría de ellas.
Este hecho, aunado a la creciente
frecuencia e intensidad de los fenómenos naturales, resulta muy preocupante en
términos de seguridad para las poblaciones
y zonas de riego cercanas a las presas y cuencas hidrológicas.
CONCLUSIONES
Y RECOMENDACIONES
- Los fenómenos de baja presión, como es el caso de los ciclones en sus diferentes etapas, presentan la característica de de "juntarse", donde le más fuerte absorbe al más débil. Esto nos permite comprender por qué Manuel e Ingrid tomaron dichas direcciones.
- De
acuerdo con el Dr. Juan Cervantes Pérez (Meteorólogo y Profesor Investigador
de de Universidad Veracruzana), una situación similar se presentó a
mediados del siglo pasado y es una situación que puede repetirse, aunque
no hay un pronóstico para ello. No obstante, el autor de este artículo considera que “Debemos ver a los accidentes
como revelaciones.”
- Todavía
no existe un balance real definitivo de los daños, aunque el 25 de
Septiembre de 2013, en la reunión de autoridades federales con
gobernadores, se presentó una evaluación previa y un recuento de
daños. No obstante, las secuelas
que dejara a su paso Manuel e Ingrid, están teniendo diversos impactos en
diferentes entidades de la República; algunos de éstos irreversibles e
inéditos.
- Los
meteorólogos hacen todo lo posible por delinear cuales son los daños
asociados a huracanes y cuándo y dónde van a azotar, pero es cuestión de
cada individuo y comunidad el tener planes de acción preparados para cada
zona vulnerable a los huracanes, y llevarlos a cabo. El Centro
Nacional de huracanes es el
encargado de pronosticar y trazar el desarrollo de los huracanes en el
Atlántico.
- Con respecto a la parte operativa, todavía hay muchos problemas que se mejorar al momento de desalojar un área costera que está densamente poblada. Hay pocas carreteras y algunas de ellas solo poseen dos carriles y, para variar, están aquellas que se desplazan a pocos metros sobre el nivel del mar. Esto implica que en pocos minutos estarán completamente inundadas horas antes de llegar el huracán; además de que todos tratan de salir a la misma vez en que las lluvias y vientos se intensifican haciendo el proceso más largo y difícil.
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Tabla 1. Un balance previo de los daños ocasionados por Manuel e Ingrid en tres sectores.
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ANEXO 1. El
agua caliente es la clave del origen de los ciclones tropicales.
Para
entender este fenómeno veamos la siguiente analogía que ha sido tomada de www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/70/huracanes-a-escena:
Dentro de un cuarto de baño, cuando el agua que cae de la regadera se ha
calentado demasiado, las cortinas de plástico que frecuentemente la rodean se
“arremolinan” ligeramente hacia el interior del agua caliente que cae y se
evapora ascendiendo hacia el techo. Las cortinas tienden a elevarse por el
vacío que forman las partículas de vapor que suben sin cesar. De la misma
forma, cuando el agua marina se evapora de manera ininterrumpida, forma centros
de baja presión —análogos al vacío del agua de la regadera— que absorben como
una aspiradora todo lo que encuentran a su paso. En un océano abierto y
caliente, un centro de baja presión no encontrará más que vapor de agua para
integrar a su sistema.
Imaginemos
que en lugar de desperdiciar agua caliente por la regadera, se llenara una tina
de agua muy caliente y luego se agitara en forma indefinida suavemente en
círculos, imitando el movimiento rotatorio de la Tierra. Tarde o temprano, el
vapor desprendido del agua de la tina —suponiendo que ésta se mantenga
caliente— tenderá a girar en forma organizada, como un pequeño y burdo modelo
de huracán.
Los
ciclones también se retroalimentan, pues los vientos que circulan en la zona de
baja presión provocan que se desprenda más vapor de la superficie del océano,
lo cual intensifica el proceso hasta que otros factores, como “morir de
inanición” al tocar tierra o toparse con aguas frías que dejen de alimentarlo,
lo debiliten.
[1] Periodista Ambiental, Consultor Agro Ambiental, Ingeniero Agrónomo Extensionista, Botánico, etc.
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